Miedo a perder es igual a miedo a ganar ¡Supérelo!

El miedo a perder debe entenderse siempre como el temor explícito o subconsciente a ganar. El triunfo y la derrota tienen un orígen común en las decisiones y acciones de las personas, comparten camino, y solo se diferencian en el destino final.

Hay diferencia de grado entre el temor y el miedo. Y cuando se trata de la posibilidad de perder, el hombre tiene esto último, nada menos.

Esta actitud no es producto de algo que tenga poca importancia. El miedo a perder es un reflejo del carácter de las personas, de la visión que tienen de la vida y de sí mismos. Este miedo las gobierna e inhabilita para progresar, las aleja como pocas cosas de la prosperidad. Supera cualquier nivel de conocimiento y toma rehenes en todas las clases sociales y estratos económicos.

El miedo paraliza el momento de aprovechar oportunidades o enfrentar adversidades.

Son muchos los que tienen una existencia limitada solamente por el miedo que les significa hacer algo que involucre el riesgo de perder. Estos seres se refugian en un equivocado sentido de seguridad que los mantiene poco activos. Y una lógica conservadora de la vida que atenta incluso contra su dinámica natural. Puesto que la vida es en esencia cambio, transformación y lucha. Pretender que todo sea distinto por causa del miedo es absurdo.

En buena parte de los casos, el miedo a perder es producto de un espíritu débil. La dimensión espiritual del hombre se manifiesta básicamente a través de la fe, y ésta es la que se halla ausente entre quienes tienen temor a perder.

La fe transmite seguridad en el porvenir.

En otros casos éste miedo es producto de un alma débil. En el alma se inserta la plataforma de emociones y sentimientos. De allí emerge el deseo, el valor, la confianza, la seguridad y el orgullo. Todos estos elementos se dañan por el miedo.

Por último existe otro factor: el miedo a perder se manifiesta entre aquellos que no quieren ganar.

Se puede suponer que quienes tienen “miedo a perder” en realidad son personas que quieren ganar como cualquier otro; es decir, “no es que no quiera ganar, sólo tengo miedo de perder”. Pero esta deducción es equivocada, porque en la vida sólo gana aquel que ha perdido y sólo pierde aquél  que quiere ganar. Esta es la dinámica básica.

El triunfo y la derrota son hermanos siameses que solo se entienden en su íntima coexistencia. Por tanto el “miedo a perder” puede igualmente ser entendido como el “miedo a ganar”.

Dado que todo aquel que quiere alcanzar la victoria implícitamente reconoce la existencia y probabilidad de la derrota. Y si se pone en acción es básicamente porque su amor por la victoria es superior a su temor por la derrota.

Cuando la interpretación del “miedo a perder” alcanza la esfera del deseo de ganar, se convierte en un problema complejo para el individuo y la Sociedad. Porque éste tipo de persona construye y produce poco, limita su capacidad competitiva y puede convertirse en víctima de la dinámica económica y social.

Las familias y la sociedad deben formar hombres con deseos de competir y ganar si quieren desarrollarse y prosperar.

En el ámbito familiar muchos padres se preocupan cuando un hijo “no sabe perder” y aplican variedad de medidas correctivas. Lo apropiado, sin embargo, no es enseñar a los hijos “cómo perder” sino “cómo ganar”. Porque en el amor por la victoria se encuentra la lección esencial del carácter que tienen las derrotas.

Esencialmente es quien sabe ganar el que, a la vez, sabe perder.

En el ámbito social también están extendidos los mecanismos de socorro y asistencia para el que pierde. En tanto que la política apropiada es enseñarle a ganar.

Existen orientaciones valiosas que ayudan en el propósito de aprender a ganar:

1.- Visualizar fijamente la meta u objetivo.

La victoria está siempre adelante, no atrás. Ni a derecha ni a izquierda. El camino al triunfo es un túnel con una sola salida.

2.- “Caminar” sin detenerse.

Avanzar hacia el frente, no parar. El mejor consejo en esto proviene de un sugestivo anuncio publicitario: “keep walking” (siga caminando). Cuando más difícil sea la jornada, más lejana la meta y menores las fuerzas: siga caminando. Si las probabilidades de alcanzar el triunfo se ven pequeñas: siga caminando. Cuando se pierde la posibilidad de alcanzar el objetivo: siga caminando. La derrota definitiva no alcanza a quienes siguen caminando. Son ellos quienes caminando sin parar, algún momento alcanzan la victoria.

3.- Cuando el camino se emprende con fe y virtuosismo, tanto la victoria como  la derrota constituyen ganancia. Por ello el medio a perder carece de fundamento.

El hombre de bien debe entender que  la derrota o la perdida se producen siempre “por un buen motivo”.

La vida premia (más temprano que tarde) al hombre de bien. Ninguna otra premisa debe alojarse en la mente. La máxima del pago de bien por bien es como una ley física. Y el triunfo para el que persevera es una conclusión estadística.

4.- El triunfo no siempre es producto de aptitud. El miedo a perder es, en todo caso, una actitud errónea.

No son los hombres mejor formados o con mayor experiencia quienes ganan la carrera por la vida o controlan el temor a perder. Son aquellos que tienen la actitud correcta los que poseen mejores oportunidades. Los que sostienen fe, entereza, sacrificio e inquebrantable voluntad.

5.- El dinero, la fama, el poder, el amor se pueden perder en alguna circunstancia de la vida. Pero el hombre no puede nunca perderse a sí mismo.

La existencia es un libro formado por muchos capítulos, cada uno tiene importancia, cada uno debe leerse y vivirse para entender el conjunto. Cuando un capítulo termina otro se inicia y la historia continúa. Este libro solo se cierra cuando su vivencia queda trunca en algún sector y allí se abandona. Por lo demás, solo cuando el viaje por la vida termina puede establecerse si se ha tratado de una historia de victoria o derrota. Solo entonces la obligación con el destino ha terminado.

6.- Todo lo que se tiene en la vida es un REGALO y resulta bueno no aferrarse a nada más allá de lo razonable. El miedo a perder concluye compartiendo raíz con el temor a la muerte.

Corresponde dar una buena pelea y defender todo lo que se ha conseguido, pero allí termina el afán. Si se ha sembrado bien, los regalos seguirán apareciendo. Ninguna vida puede medirse en términos del “derecho” por aquello que se tiene. Desde el momento que no asiste derecho alguno para el siguiente día de vida, todo lo demás forma parte de un presente que debe tomarse con humildad.

7.- Todo aquello que se pierda en el afán de alcanzar la victoria constituye semilla que adelanta la próxima cosecha.

Las pérdidas deben asumirse como una ofrenda que premia las acciones y las ideas. El costo del amor por los sueños, la coherencia con la sana ambición y la solidaridad con el esfuerzo.

También debe reflexionarse en lo siguiente: el temor a perder, aquel que paraliza las acciones, lleva en sí mismo una paradoja, pues ¿cómo puede valorarse lo que hoy se tiene miedo de perder sin entender que en su momento algo tuvo que sacrificarse para ganarlo?

¡Algo bueno se hizo para ganar lo que hoy se tiene! Y nunca se hubiera conseguido si vencía la parálisis.

La vida es un milagro maravilloso y existe la obligación de ganar sus favores. Ningún presente ha sido entregado en esta tierra para atesorarlo. Todo fruto tiene que ser nuevamente sembrado para multiplicar las bendiciones. Al final del viaje solo tiene valor aquello que se ha hecho y lo que se ha entregado. Porque todo lo demás se pierde sin remedio.

¿Cómo está el amor propio?, ¿qué tanto se valora? ¿Ha olvidado que pertenece a la estirpe de quienes domaron la naturaleza y conquistaron la tierra? ¿Es parte de ésa especie que dominó los mares y conquistó el espacio? ¿Está consciente que mucha gente perdió incluso la vida para construir lo que hoy se tiene?

¿Qué ejemplo desea dejar en herencia? ¿El de un hombre timorato, corto de visión y carente de ambiciones?  ¿O el de uno valeroso, capaz de dominar sus temores y retar a la vida con los puños en alto?

Sabiamente decía Franklin Delano Roosevelt que sólo se le debe tener miedo al miedo mismo.

Twitter: @NavaCondarco

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