10 hábitos perturbadores en personas muy infelices

Los hábitos perturbadores no solo están relacionados con la productividad. También pueden generar ciertos estados de ánimo y trascender lo meramente funcional para condicionar la forma de sentir y ser de una persona.

Es una reflexión algo simplista asegurar que buenos hábitos pueden generar felicidad, porque esto es algo más complejo e integral, pero hay poca duda en que los hábitos perturbadores si provocan infelicidad.

Los hábitos determinan lo que las personas hacen buena parte de su tiempo, y esto define el sentir y el ser. Son manifestaciones del “estado interno”, y a la vez sus condicionantes. Por eso se convierten en influencias negativas.

Lo positivo y auspicioso es que los hábitos se pueden alterar. Y ello puede conducir a cambios fundamentales en el individuo.

Todas las personas que perciban que sus vidas no están equilibradas y se sientan infelices en buen grado, deben analizar la posible existencia de los siguientes hábitos perturbadores en sus patrones de conducta:

1.- El hábito de “esperar por el futuro”.

“Seré feliz cuando…”

Existen personas que viven esperando que “algo” suceda en su futuro para cambiar la forma en que se sienten. Están convencidas que su vida no puede ser diferente, porque lo que les pasa es justificativo de la insatisfacción y el malestar.

Entre todos los hábitos perturbadores, el drama de éste tiene dos explicaciones:

  • Esperar por el futuro significa estar sujeto a las circunstancias. Situaciones concretas, puntuales, frágiles y efímeras. La definición de “circunstancia” la presenta como una condición o característica no esencial (de tiempo, lugar, modo, etc.), que rodea a una persona o cosa, e influye en ellas o en hechos relacionados con ellas. Las circunstancias están sujetas a probabilidades, cambian frecuentemente y con rapidez. Nadie puede ser feliz “mejorando sus circunstancias”, pues éstas nunca alcanzan estabilidad, a lo sumo generan estados transitorios de alegría. Pero la mayoría de las veces solo causan frustración.
  • Nadie puede garantizar lo que sucederá en el futuro. Si el sentirse bien, en paz y feliz, depende de lo que eventualmente pase, se convierte en una aspiración sin fundamento.

Enfocarse en ser feliz ahora, en el momento presente, es la única forma de revertir este hábito y acercarse al genuino bienestar.

2.- El hábito de invertir mucho tiempo y esfuerzo en adquirir “cosas”.

Existen hábitos perturbadores que generan compulsión, y éste es uno de ellos.

Todas las personas que pretenden ser felices adquiriendo cosas, desarrollan conductas compulsivas que nunca generan la satisfacción esperada.

El proceso de adquirir cosas proporciona satisfacción solo hasta conseguir lo que se desea. Luego todo comienza de nuevo.

Existen muchas investigaciones y estudios que demuestran invariablemente que lo material, por sí mismo, no genera felicidad. Luego, el afán de comprar cosas no solo se inscribe en hábitos improductivos, también provoca frustración. Puesto que tarde o temprano se cae en cuenta que el esfuerzo de adquirirlas sacrifica cosas mucho más valiosas: amigos, familia, pasatiempos, etc.

3.- El hábito de permanecer en casa.

Mientras que hay hábitos perturbadores que involucran a muchas personas, éste se alínea con la soledad.

Cuando alguien se siente infeliz propende a evadir a otras personas.

Sin embargo, éste es un error que solo aumenta la complejidad de las cosas. Por cuanto la socialización, incluso cuando no se la disfruta, es de gran ayuda para el estado de ánimo.

Todas las personas pasan por “esos días” que provocan meterse debajo de un cobertor y no sacar la cabeza hasta que todo cambie. Pero si este deseo se vuelve repetitivo y se practica con regularidad, puede destruir por completo un estado de ánimo saludable.

Cuando aparece ésa sensación compulsiva de no querer ver a nadie y encerrarse, las personas deben forzarse a salir y socializar. Ello conduce a un cambio inmediato del sentir.

4.- El hábito de considerarse siempre una víctima.

Las personas que se sienten infelices tienden a pensar que la vida es tremendamente dura y se encuentra fuera de su control.

En otras palabras: “la vida me consume y no existe nada que pueda hacer al respecto”.

El problema con esta deducción es que desarrolla sentimientos de impotencia. Y las personas que piensan así difícilmente toman medidas para estar mejor.

En tanto que todos tienen el derecho de sentirse mal y desesperanzados de vez en cuando, es indispensable comprender que ello no puede afectar la visión general sobre la vida.

A todos les suceden cosas malas. Nadie posee propiedad sobre el infortunio. Pero se puede tener algún control sobre el futuro mientras exista la disposición y deseo de tomar acciones al respecto.

5.- El hábito de ser pesimista.

Nada alimenta más la infelicidad que el pesimismo.

El problema con actitudes pesimistas es que aparte de generar profundo impacto en el estado de ánimo, también se convierten en “profecías que se cumplen a sí mismas”. Si se esperan malas cosas, aumenta la probabilidad que ellas lleguen.

Es difícil eliminar los pensamientos pesimistas hasta que se toma consciencia de lo ilógicos que son. Es necesario forzarse a ver los hechos y comprobar que las cosas no son, de ninguna manera, tan malas como se piensa.

6.- El hábito de ser quejumbroso.

Quejarse es un problema igual o mayor a la actitud que la precede. La queja consigue auto-justificación, y así consolida una estructura de creencias negativas.

Es cierto que hablar acerca de cosas que molestan puede hacer sentir mejor a las personas. Pero hay una línea muy delgada entre la queja, como recurso terapéutico, y su transformación en combustible de la infelicidad.

Por otra parte, al margen que la queja puede hacer infeliz a una persona, también consigue que se alejen de ella quienes la quieren y apoyan. La queja tiene ése efecto: altera a los que constituyen sus depositarios y los obliga a distanciarse.

7.- El hábito de exagerar y sacar las cosas de la proporción que tienen.

Cosas malas suceden a todo el mundo.

La diferencia es que las personas relativamente equilibradas y felices las toman como eventualidades, se procesan y pasan. En tanto las personas infelices consideran que cualquier hecho negativo es mayor evidencia de que la vida les cae encima.

Si una persona básicamente feliz choca ligeramente su movilidad camino al trabajo, tendrá un disgusto pero mantendrá las cosas en perspectiva. En tanto que la persona amargada eventualmente verá el evento como una prueba que el día, la semana, el mes y posiblemente la vida entera está marcada por el infortunio.

8.- El hábito de “ocultar las cosas bajo la alfombra”.

Las personas equilibradas y felices son responsables por sus acciones. Cuando cometen un error lo asumen.

Las personas infelices, por otra parte, encuentran que problemas y errores son una amenaza, por eso tratan de esconderlos.

Y los problemas tienden a ser mayores cuando se los ignora.

En tanto más se posterga la atención de un problema, mayor es la sensación que poco puede hacerse al respecto. Y esto refuerza la disposición de victimizarse.

9.- El hábito de no mejorar y crecer.

Dado que las personas infelices son pesimistas y sienten que no tienen control sobre su vida, tienden a quedarse estáticos y esperar que “la vida les suceda a ellas”.

En lugar de establecer objetivos, aprender y desarrollarse, siguen caminando pesadamente y preguntándose por qué las cosas nunca cambian.

10.- El hábito de compararse con los demás.

Los celos y la envidia son incompatibles con la felicidad. Y esto es precisamente lo que se consigue con la tarea de compararse con los demás.

En una investigación académica se estableció que muchas personas estaban de acuerdo en ganar menos dinero en tanto todos los demás también lo hicieran. Las comparaciones no son necesariamente aleccionadoras o motivantes, propenden más bien a provocar lo contrario.

Pensar en la felicidad adecuándola a parámetros ajenos solo provoca inconformidad.

En Resumen:

Cambiar estos hábitos, en términos de alcanzar mejores niveles de felicidad, no solo es lo más importante que una persona pueda hacer por sí misma, también es indispensable por otra razón: hacer más felices a quienes están alrededor.

(Extraído, traducido y contextualizado por Carlos Nava Condarco del artículo original: “10 troubling habits of chronically unhappy people”. Travis Bradberry, revista Forbes, julio 2016.)

Twitter: @NavaCondarco

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