5 lecciones de liderazgo de los caballeros de las Cruzadas

Está comprobado que lecciones de liderazgo se pueden aprender en cualquier momento y circunstancia, porque finalmente forman parte de las dinámicas esenciales del comportamiento social de los seres humanos. Pero esta riqueza no deja de sorprender. Y una muestra preciosa es el registro que hace la revista Forbes de algunas lecciones de liderazgo insertas en el libro “Crusaders: The Epic History of the Wars for the Holy Lands” del escritor Dan Jones.

El autor del artículo para la revista cita 5 sorprendentes lecciones de liderazgo provenientes de esa épica que constituyó el intento de la cristiandad por recuperar la tierra santa.

Todos los eventos suceden en los primeros años del segundo milenio de la historia después de Cristo, época en que el mundo cristiano de la Europa Occidental decide aventurarse en la recuperación de la Tierra Santa en manos de pueblos musulmanes.

Primera de las lecciones de liderazgo de los caballeros de las cruzadas:

¿Quién está realmente a cargo?

Esta historia es una perla, por su simplicidad, belleza y significado. Seguramente la más sabrosa de las 5 lecciones.

En el año 1188 el Arzobispo inglés de Canterbury efectúa un viaje a Gales para reclutar jóvenes soldados que contribuyeran a la lucha que se sostenía contra el sultán Saladino. Las tropas de Saladino habían reconquistado la ciudad de Jerusalén y el mundo cristiano hacía esfuerzos para retomarla.

En respuesta a la airosa solicitud del Arzobispo para contar con nuevos guerreros, un joven del pueblo dio un paso al frente y se ofreció como voluntario, en una muestra de coraje que miraban todos sus vecinos.

En ése momento las cosas se complicaron. La esposa del joven se colgó de su cintura e impidió que  prosiguiese con sus hidalgas intenciones. Ella no estaba de acuerdo con la decisión del marido, y así lo dejó establecido.

La lección para el liderazgo queda patente en esta historia: quién toma efectivamente las decisiones que importan no siempre es el que parece. Y bien hace todo líder en tener claro esto antes de establecer cualquier convocatoria.

Según los registros, el joven de la historia finalmente se unió a la cruzada y partió a tierra santa. Sin embargo el pequeño problema podía haberse evitado si el Arzobispo entendía primero que su convocatoria debía estar dirigida tanto al joven como a la decidida esposa, o como bien podría decirse ahora: orientada apropiadamente a los “grupos de interés”.

A comprenderlo bien: El circuito de poder en la toma de decisiones no es siempre el que aparenta, e identificarlo correctamente establece ventajas importantes.

Segunda de las lecciones de liderazgo de los caballeros de las cruzadas:

¿Qué motiva específicamente a quién toma la decisión final?

Cuando el conde Roger de Sicilia fue abordado por un cruzado llamado Baldwin que le solicitaba utilizar la isla de Sicilia como base para la invasión del norte de África, su primera respuesta fue emitir una flatulencia. Luego se puso furioso y le dijo al emisario: “en nombre de mi religión, tiene más valor ésa flatulencia que todo lo que tengas que decirme”.

Si bien era cierto que África estaba a una distancia no mayor a 75 millas de la isla de Sicilia y el plan de invadirla era militarmente una buena idea, no se tomaban en cuenta los intereses del conde Roger. Él había invertido mucho tiempo, prácticamente toda su vida adulta, desarrollando vínculos de comercio con la gente del Norte de África, y la invasión desde Sicilia echaba todos sus esfuerzos por la borda.

Lo máximo que hizo Roger fue sugerirles a los cruzados que encontrarán otro lugar, preferentemente al otro extremo del Mediterráneo, para considerar sus objetivos con África.

Si los asesores de Baldwin hubieran hecho bien la tarea previa, habrían quedado en evidencia los intereses del conde Roger en toda esta historia.

Las motivaciones de las personas no siempre se manifiestan de manera superficial, no son en todos los casos aquellas que se observan con facilidad. Y en el hecho de identificarlas existe una ventaja extraordinaria para la dirección de los eventos, y para conseguir aquello que se desea en la interacción.

Tercera de las lecciones de liderazgo de los caballeros de las cruzadas:

Nunca sabrás que tan exitoso puedes ser hasta que lo intentes

En el año 1095 cuando el Papa Urbano II inició viaje por varios países del continente europeo para solicitar apoyo a sus intenciones de pelear por Tierra Santa, las probabilidades que tuviera éxito eran escasas.

Unos años antes el Papa Gregorio había efectuado sentidas solicitudes al mundo cristiano para apoyar las causas de Levante y los resultados fueron pobres.

Nada hacía suponer que Urbano tuviera buenos resultados. Pero él igualmente inició el periplo y con toda pasión emitió solicitudes y arengas por todo el continente. Rápidamente consiguió que al menos un obispo le solicitara de rodillas ayudarle en el empeño. Luego todo tuvo la dinámica de las piezas de dominó que caen unas sobre otras.  La gente clamaba por acompañar el esfuerzo de la cristiandad en Tierra Santa.

El Papa Urbano II había alcanzado éxito en su propósito. Más de lo que hubiera imaginado en un principio. O para exponerlo de otra manera: simplemente abordó la tarea y superó, incluso, sus propias expectativas.

Y esto es algo de lo que se puede aprender mucho.

Cuarta de las lecciones de liderazgo de los caballeros de las cruzadas:

¿Cuáles son los costos verdaderos?

El 15 de julio del año 1099 los cruzados tomaron la ciudad de Jerusalén. El objetivo había sido alcanzado. El propósito de haber organizado a toda la cristiandad se perfeccionaba. Sin embargo, ¿cuál fue el costo de la campaña? ¡Aparentemente mucho mayor de lo que cualquiera hubiera estimado!

Después de la victoria, muchos cruzados regresaron a casa enfermos y heridos. Pocos llegaban con algo más de lo que habían invertido y gastado en el empeño.

Algunos retornaron con reliquias santas, como pedazos genuinos de la cruz donde martirizaron a Cristo, pero la mayoría solo regresó con heridas físicas y mentales. Incluso uno de los cruzados paradigmáticos, que aseguraba haber sido el primer cristiano en pisar Jerusalén, llegaba con una sola mano, mutilado para siempre.

En definitiva, el objetivo se alcanzó. Los medios se dispusieron. El liderazgo consiguió unir los propósitos y las personas expusieron su mejor trabajo y sacrificio. Pero el costo de todo ello excedió cualquier ganancia. Y en ése sentido quedó en entredicho, para el devenir de toda la historia, el propio objetivo inicial.

Quinta de las lecciones de liderazgo de los caballeros de las cruzadas:

La confianza excesiva puede ser desastrosa. O el patético error de subestimar la tarea y la inteligencia del adversario

En julio de 1221 un ejército de cruzados se embarcó en el rio Nilo para perseguir a un sultán que huía con su corte y ejército.

Las tropas cristianas estaban enfervorizadas, llenas de optimismo y confianza por el recuerdo reciente de la derrota que impusieron a sus enemigos al capturar la ciudad de Damietta, cerca de un año y medio antes. Ésa batalla había provocado que el sultán huyera río arriba. Los líderes del ejército cristiano buscaban atraparlo y creían firmemente en la victoria, incluso existía una profecía que les anticipaba el laurel.

Sin embargo, perseguir al Sultán por el Nilo, y río arriba, demostró ser un error.

El sultán utilizó a su favor las inundaciones anuales que sufría el río no solo para defender su posición, también para destruir al ejército invasor. Los reportes de la época señalaban que los cristianos que se retiraron ebrios a sus tiendas de campaña o se echaron a dormir, murieron ahogados. Igualmente las mulas que cargaban armamento, tesoros y comida.

Nada podían hacer los invasores. Dos días después tuvieron que rendirse. No solo perdieron ésa batalla, también tuvieron que rendir la ciudad de Damietta que conquistaron poco tiempo antes.

A esto puede llevar la confianza excesiva. No importa la calidad en la que se sustenten sus argumentos. El líder inteligente nunca peca de ello, jamás anticipa la victoria fácil. Pero por sobre todo no comete el error de subestimar la inteligencia del adversario. Éste es el error capital, el que transforma la genialidad en soberbia, la joya más valiosa en vulgar baratija.

Twitter: @NavaCondarco

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