6 premisas para enfrentar y resolver problemas

Con los problemas se libran batallas, y si bien no siempre se ganan, tampoco se emprenden para perder. El hombre curtido en la pelea extrae beneficios tanto de la victoria como de la derrota, pero juega a ganar. La persona preocupada ya ha sido derrotada antes de pelear, porque aun cuando llega a resolver sus problemas, ha perdido sosiego, tranquilidad y paz. En esto se resumen las premisas para enfrentar y resolver problemas.

(Temática tratada y extraída del libro: “Cómo enfrentar y resolver problemas en los emprendimientos y en la vida“, de Carlos Nava Condarco)

Primera de las premisas para enfrentar y resolver problemas

Los únicos problemas irresolubles se inscriben en el imaginario de la gente.

El hombre tiene esa poderosa capacidad de visualizar el futuro, anticipar estados, calcular probabilidades, evaluar hipótesis. A tal punto, que en determinado momento vive efectivamente esas situaciones imaginarias, con un grado de realismo superior al natural.

De esta forma, el fenómeno del “¿y qué pasaría si….?” se convierte en uno de los mayores enemigos de la paz mental. Puesto que imaginar situaciones hasta el punto de “vivirlas” anticipa problemas que no tienen solución, porque efectivamente NO EXISTEN.

Anticiparse a los problemas forma parte del trabajo que debe hacerse, pero “anticipar” el problema es diferente. Un problema no puede anticiparse: un problema es o no es.

Toda confusión en esto resulta costosa. El hombre previsor es el que se anticipa a los problemas, no el que anticipa la presencia de ellos. Por causa de este malentendido la gente que vive en el mundo del “¿y qué pasaría si…?” efectúa un ingreso voluntario al purgatorio: el universo del “puede ser…”.

Una forma de evitar que la vida bajo el “¿y qué pasaría si…?” termine siendo destructiva, es visualizar el futuro siempre en términos positivos. Esto no conduce a la realidad (en los estrictos términos físicos), pero interpone condicionamientos favorables en la disposición y actitud de las personas.

La opción de visualizar las cosas con lente positivo ¡no cuesta NADA! Es preferible pecar de optimismo y no alcanzar los resultados deseados, que hacer carne de conflictos imaginarios. La visualización en positivo produce energías positivas.

Segunda de las premisas para enfrentar y resolver problemas

La respuesta a la adversidad es un dominio de la razón, no del corazón y menos del estómago.

La objetividad y la racionalidad deben prevalecer en la evaluación de un problema, nunca las pasiones. El cuidado del bienestar emocional debe ser extremo, e idealmente no admitirse NUNCA que algo tenga suficiente poder para ponerlo en riesgo.

Algo que no se le puede quitar al ser humano es la forma en que decida entender y asumir sus problemas. Él, y solo él, define hacerlo desde el plano de la objetiva tranquilidad o desde el dominio de la angustia. Es un asunto suyo, completamente personal.

Debe entenderse que la forma más inteligente de enfrentar y actuar sobre los problemas es con racionalidad. No con emotividad. Con tranquilidad, sin angustia. Serenidad, no apremio. Y siempre con actitud positiva.

Y para que esta afirmación trascienda la comodidad de unas letras, basta hacerse honestamente estas preguntas: ¿Qué tanta ayuda proporciona la angustia en la solución de los problemas? ¿Cuánto tiempo ahorra la fatiga? ¿Qué persona “preocupada” tiene el record de problemas resueltos?

Tercera de las premisas para enfrentar y resolver problemas

Existen formas concretas de extraer beneficio de los problemas. Más allá de la gravedad que tengan o de la contrariedad que ocasionen.

La naturaleza de los conflictos no es caótica, tiene estructura. Responde a una mecánica, presenta un estado y un sistema interdependiente con su entorno. Es posible conocer su dinámica de la misma manera que cualquier otro fenómeno, entender cómo se forman, cómo se desenvuelven y qué daños pueden provocar. Los conflictos son predecibles y dan margen a la anticipación.

Conocer la naturaleza de los problemas produce sustanciales réditos. Puesto que en ello está comprometida la calidad de vida de las personas y su realización.

En primer lugar, es importante diferenciar los problemas en sí mismos de sus causas y efectos.

La identificación apropiada de las causas constituye el factor principal para encontrar la solución del problema y determinar si ésta puede llevarse a cabo. La consideración de la relación causal contribuye en la eficiencia para resolver la situación.

Cuarta de las premisas para enfrentar y resolver problemas

Los problemas deben abordarse con el cuerpo descansado. En un cuerpo descansado el cerebro se esclarece, se “reinicia”, formando nuevas asociaciones y alcanzando el nivel de creatividad que hace falta para encontrar soluciones.

Los factores que hacen a un problema ameritan tratamiento profundo e individualizado, esto demanda enfoque. La solución, por otra parte, emerge de la habilidad de sintetizar y conciliar conexiones entre aspectos que parecen dispares entre sí. Y para ello hace falta lucidez e inspiración.

El ambiente en el que la persona se encuentre y el nivel de fatiga que tenga, determinan el enfoque. El grado de distensión y tranquilidad definen la capacidad de conectar todos los elementos y alcanzar respuestas.

En tanto el enfoque se alcanza trabajando sobre el problema con energía concentrada, la síntesis que lleva a la solución se alcanza, muchas veces, “alejándose” de la problemática. Para enfocarse, el medio ambiente físico en el que se efectúe el trabajo importa, y mucho. Pero es de igual significancia un cuerpo descansado y bien dispuesto. Si esto no existe, el nivel de energía no es apropiado para la tarea.

Por eso es recomendable analizar los problemas independientemente de otra actividad y en ambientes que propicien la contemplación. De igual forma es importante elegir “el momento”. Uno que no esté influido por demandas diferentes y no produzca disipación. En tanto mayor la dificultad, más necesaria la recomendación.

Cada quien conoce “lugares y momentos” apropiados para enfocarse en el análisis de un problema. Favorece que estos momentos y lugares sean ajenos a la rutina y responsabilidad cotidiana. Existirá quien prefiera un jardín a la luz de las lámparas y otro las graderías de un estadio lleno de gente.

La fatiga no es buena consejera.

En cuanto más se piense que la interacción con los problemas responde al oficio intenso, mayor es la posibilidad de equívoco e ineficiencia.

La fatiga es aliada íntima de la problemática, se nutre de ésta.

Quinta de las premisas para enfrentar y resolver problemas

Los problemas miden el tamaño que tiene el hombre, la “madera” de la que está hecho, el carácter que posee para encarar la vida. Las tribulaciones, contrariedades y conflictos tamizan el género humano y lo dividen entre aquellos que salen fortalecidos y los que emergen débiles y vulnerables.

Muchos se rinden ante los problemas por temor, por miedo a sus consecuencias o la tarea necesaria para resolverlos. Y así se convierten en víctimas del miedo y no del problema en sí mismo.

En todo caso, se precisan buenas dosis de valor para superar temores y no rendirse ante la adversidad. Pero éste coraje no emerge de cualquier motivación. Su fuente debe estar estrechamente vinculada a los motivos mayores, a los objetivos de vida fundamentales y a los sentimientos más profundos que guían el destino.

El coraje surge del amor del hombre hacia sus metas. Aquel que lo relaciona con su familia y amigos, y sobre todo el amor que siente para consigo mismo.

Cuando estas cosas se ponen en riesgo por causa de la adversidad, emerge la fuerza para no rendirse. Así los problemas miden a las personas. Porque ponen a prueba su amor. Y cuando más grande éste, entonces mayor el coraje que las mantiene firmes, y más clara la visión para alcanzar soluciones.

Sexta de las premisas para enfrentar y resolver problemas

Toda crisis es siempre una oportunidad. La historia de la humanidad es bitácora de logros, descubrimientos y victorias engendradas en momentos difíciles. Registro de individuos que destacan porque aceptan desafíos en situaciones complejas.

No existe estado más triste en el alma que aquel que desea que las cosas siempre sean positivas. Puesto que ése deseo es una manifestación de ignorancia y fundamento para la debilidad de carácter. La vida presenta ciclos buenos y malos por igual, y en ello no puede concebirse la existencia de ninguna fatalidad.

En épocas de crisis sólo se necesita un poco de coraje y voluntad para destacar sobre el promedio de gente pusilánime que ve pasar la vida esperando siempre “el momento propicio”.

Cuando el hombre enfrenta la adversidad es cuando recurre a lo mejor que hay en él. Entonces empieza a buscar las respuestas más allá de la superficie, de lo obvio y común. Allí emerge de él todo lo que siempre tuvo adentro, envuelto en las mantas cálidas de la rutina: el ingenio, la iniciativa, la creatividad. Todas ellas armas poderosas para derrotar cualquier contrariedad.

Si no hubiera situaciones de crisis tampoco existirían condiciones que garanticen la evolución y el desarrollo de las cosas. Son los momentos difíciles los que clasifican a los hombres y les otorgan el valor que les corresponde. En ellos se mide a las personas con un solo rasero: el tamaño de los problemas que cada quien enfrenta y vence.

A todos aquellos que en momentos de crisis levantan la queja sentida y la demanda interminable para que otros resuelvan los problemas de los que nunca se sienten causa o parte, bien les resultaría no olvidar lo siguiente:

  1. Las cosas SIEMPRE pueden ser peores.
  2. Se sufre por no tener un par de zapatos, hasta que se conoce a alguien que no tiene pies.

Twitter: @NavaCondarco

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