Compromiso vs “mantener las opciones abiertas”

La lógica de mantener las “opciones abiertas” (en cualquier caso que se trate), parece una medida inteligente para alcanzar propósitos o evitar fracasos significativos. Sin embargo no es el razonamiento que privilegia el pensador estratégico. El compromiso con personas, objetivos y tareas es el camino que la Estrategia recomienda para triunfar.

Mantener las “opciones abiertas” conduce, en el mejor de los casos a no perder, pero pocas veces otorga la victoria. Ahora bien, ambas cosas no son lo mismo. El hecho de “no perder” nunca tiene la calidad del éxito que representa alcanzar aquello que se quiere.

Por el hecho de interactuar siempre con el conflicto y la adversidad, la Estrategia es un sistema de gobierno que solo reconoce dos medidas para evaluar sus resultados: victoria o derrota, éxito o fracaso. Para ella no existen puntos medios. No hay nada parecido a un triunfo parcial o una derrota “a medias”.

Se podría entender que no todas las cosas en la vida se prestan a esta rigurosa evaluación. Sin embargo lo cierto es que el criterio binario de evaluación de resultados (positivo o negativo), permite ser más honesto con uno mismo y aumenta el bienestar general.

Compromiso, ésa es la forma en que el individuo con mentalidad ganadora se relaciona con sus propósitos.

Es la idea de una obligación contraída la que lo anima e impulsa para alcanzar lo que quiere. Y en tanto existe compromiso, no hay forma de sostener “opciones abiertas”.

En un mundo poblado de gente con visión relativa de todas las cosas, es difícil encontrar personas comprometidas consigo mismas, con sus resultados y los demás. La interpretación equivocada de la competitividad y sobrevivencia, las condiciona a ganar a cualquier costo o a no perder bajo ninguna circunstancia. De allí que “mantener siempre las opciones abiertas” merezca tanta consideración.

Este relativismo en la conducta y evaluación de las cosas genera justificaciones permanentes y mediocridad. En tanto la sabiduría popular considera que “caer siempre de pié” es una medida inteligente, las personas genuinamente satisfechas orientan sus actos en términos de compromiso.

Comprometerse con algo o alguien no es un asunto de capricho u obstinación. Es simplemente la forma de alcanzar con eficacia lo que se quiere.

La persona que ha decidido hacer de la victoria “la única opción”, trabaja conscientemente sus objetivos y el abanico de rutas que lo pueden conducir a su destino. No es afecto a la lógica del “plan B”, más bien considera muchos “plan A” que le garanticen el resultado.

Por último, y esto es posiblemente lo más importante, el pensador estratégico comprometido con la victoria, posee la capacidad de reconocer y aceptar la derrota.

Cuando se afirma que la Estrategia mide sus resultados en términos binarios (éxito o fracaso), no se reniega explícitamente del fracaso. Eso sería absurdo. La derrota siempre es una probabilidad, y como tal tiene específico valor, especialmente por su capacidad de enseñar y evitar futuras equivocaciones.

Las personas que mantienen “sus opciones abiertas” le tienen miedo al fracaso, el individuo comprometido no. Para las primeras el fracaso es un estado, en tanto que para el segundo la eventual derrota es solo parte del proceso que finalmente conduce donde se desea.

Hay quienes consideran la vida como un conjunto de batallas que no se pueden perder, y otros que la ven como una guerra en la que se puede triunfar a pesar de eventuales derrotas.

Esta asociación de la vida con lo bélico no siempre agrada, pero en realidad sirve, y mucho. Porque finalmente la existencia está llena de adversidades, dificultades y sufrimiento. Todo lo bueno se extrae superando las pruebas, y ello solo se consigue con el compromiso de luchar desde el principio hasta el final, celebrando victorias y procesando apropiadamente las derrotas.

Entonces, y como punto de partida, compromiso con la vida.

Obligación contraída con lo que ella significa en todas sus aristas, no solo en las favorables. El individuo sabio es aquel que entiende y acepta las cosas tal como son, no como hubiera querido que sean. El necio, en cambio, pelea con la realidad y mantiene la triste idea que de alguna manera podrá vencerla.

En segundo lugar, compromiso con uno mismo.

Honestidad de espíritu. Pocas cosas hay más tristes que el autoengaño. Porque cualquier persona puede efectivamente perder muchas cosas, pero nunca puede perderse a sí mismo. La persona comprometida con su vida nunca queda en deuda con los demás, porque de su abundancia dispensa para otros.

No hay ninguna manifestación de amor que no tenga su origen en el amor propio. De igual manera, no existe quién pueda comprometerse con los demás (y así mismo mantenga relaciones valiosas), sin estar comprometido consigo mismo. El ser que mantiene “sus opciones abiertas” tiene una consideración muy “porosa” de sí mismo y también de los demás.

Por último, para comprometerse con los resultados que se quieren y no mirar a derecha o izquierda en tanto se alcanza el objetivo, hay que tomar en cuenta algunas cosas:

1.- En tanto el compromiso es con el objetivo, éste tiene que analizarse y evaluarse con cuidado.

A veces se consideran negativamente las acciones que se toman (o incluso se evalúa desfavorablemente uno mismo), cuando en realidad el error se encuentra en el objetivo.

Si las metas no son buenas y razonables, ningún acto virtuoso o compromiso podrá alcanzarlas. Enfocándose en la calidad del objetivo se contribuye en la efectividad del proceso.

2.- La persona comprometida posee una mente estratégica que soluciona contratiempos “clasificando opciones”.

Esta es una manera muy distinta de entender la lógica de lo opcional.

Ciertamente existen muchos caminos para llegar a un objetivo, y la persona comprometida tiene clasificadas las opciones que permitirán hacer ajustes en ruta. De esto se trata trabajar muchos “Plan A” y no un “Plan B”. Este último puede conducir finalmente a otro lugar o estado, en tanto los “Plan A” son distintas rutas que conducen al mismo destino.

3.- Si existe alguna duda, no se establece el compromiso.

Si no está seguro o no tiene convicción del algo, ¡no se comprometa!

De esto se trata ser serio y confiable. La obligación contraída constituye una responsabilidad, no es un acto de suficiencia o una expresión de poder.

Tener la capacidad de decir NO es una particularidad de la gente comprometida. Los diletantes abren puertas que no siempre están en capacidad de cerrar, mantienen “opciones abiertas” por las que pueden “escapar” sin honrar las expectativas ajenas.

Las personas que entienden el valor del compromiso no abundan, pero son exactamente el número de aquellas que pueden certificar genuino éxito en sus vidas.

Twitter: @NavaCondarco

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