Estrategia: convertir el tiempo en aliado

El tiempo se puede convertir en poderoso aliado o enemigo invencible. Ésta es la categoría que tiene como factor inscrito en todas las actividades humanas. El pensamiento estratégico desarrolla todas sus acciones tratando de contar siempre con el tiempo a favor, nunca en contra.

La premisa de convertir el tiempo en aliado es, sencillamente, la única forma de evitar el fracaso. Siempre existe la posibilidad que el tiempo se convierta en un factor neutro, pero lo más probable es que si no está jugando a favor, concluya por ser el factor determinante de la derrota.

(Extracto del Libro: “El STRATEGOS y 23 Principios Estratégicos para la lucha en el mercado“)

El tiempo plantea límites a la eficacia de la Estrategia. En tanto que aquel se prolonga, ésta pierde efectividad. Hasta un punto que sus resultados son inocuos para el adversario.

Darle forma y sentido a la Estrategia no es sencillo, y mucho menos sostener ésos esfuerzos durante mucho tiempo. Una premisa estratégica elemental es la “concentración de esfuerzos”, y en ello el tiempo juega un papel fundamental, puesto que la concentración se entiende como tal en un periodo determinado de tiempo

Por otra parte, la forma que adopta la Estrategia para alcanzar sus objetivos, debe cambiar en el tiempo. Bien porque se alcanzan los resultados y es necesario plantear nuevas metas, o porque los resultados no han sido alcanzados y deben cambiarse los métodos. En todo caso y siempre, la Estrategia trabaja con límites de tiempo.

La forma de convertir el tiempo en un aliado se encuentra en dos extremos: hacer que las acciones propias se desenvuelvan en el menor tiempo posible y conseguir que las acciones del adversario se prolonguen sin alcanzar resultados.

La Estrategia propia debe contar siempre con la “celeridad” como  imperativo. Hay que poner en práctica todo lo que puede y debe hacerse, en el menor tiempo posible. Esto condiciona la preparación de los recursos estratégicos porque los coloca en “estado de apronte”.

Las organizaciones que mantienen recursos estratégicos siempre listos, cuentan con una fortaleza competitiva trascendental.

Las contingencias y sucesos inesperados son dos factores que afectan el desenvolvimiento de la Estrategia. Las primeras como situaciones que no se ajustan a lo previsto y los segundos por no estar considerados. Ante esto, lo único que sirve es la capacidad rápida de reacción. Hecho que se alcanza mejor con los recursos en estado de “apronte”.

La consigna que le permite a la empresa convertir el tiempo en aliado es “cuanto más pronto, mejor”. A esto se deben ajustar todos los movimientos estratégicos, de manera que exista “menor probabilidad de ser sorprendido” y “mayor probabilidad de sorprender”.

Cuando la celeridad impone el ritmo de las acciones en una Organización, es muy difícil competir con ella.

Porque siempre se la encuentra preparada, en acción. Su estado cambia al mismo ritmo que sus movimientos, y es difícil establecer sus debilidades en un punto específico de tiempo y espacio.

Una Organización que sostiene ritmos acelerados en su accionar siempre puede atacar, y por esto mismo también se encuentra en óptimo estado para defenderse.

Por otra parte, cuando la Organización se encuentra bajo el ataque del competidor, una de las formas más eficaces de frustrarlo es demorando el desarrollo de sus acciones. Sun Tzu, expresa sobre esto lo siguiente:

“Si la guerra dura mucho tiempo, las armas de los hombres se cansarán y el valor de estos menguará. Si el ejército ataca ciudades agotará sus fuerzas. Y además, cuando el ejército acomete campañas prolongadas no bastan los recursos del Estado. Y cuando sus armas estén embotadas, menguado su ardor, exhaustas sus fuerzas y gastados sus tesoros, los gobernantes vecinos aprovecharán su apuro para intervenir. En este caso, ningún hombre, por sabio que sea, conseguirá evitar las desastrosas consecuencias que sobrevendrán.

Así, mientras hemos oído hablar de un estúpido apresuramiento en la guerra, jamás hemos visto una operación diestra que fuese prolongada. Nunca se ha dado el caso que una larga contienda haya beneficiado a un país. Por ese motivo, sólo aquellos que conocen los peligros inherentes al empleo de tropas saben cómo dirigir una guerra del modo más rentable. De ahí que lo que se valore en una contienda sea una victoria rápida y no operaciones prolongadas.”

Por otra parte, Napoleón decía: “Actuar de otro modo (que no sea controlando el tiempo) no sería hacer la guerra, cuyo arte sólo consiste en ganar tiempo cuando se tienen fuerzas inferiores”.

Twitter: @NavaCondarco

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