Tus colegas se apoyan en tus debilidades no tus fortalezas

Pensamos que la dinámica de trabajo de un equipo se fundamenta en la complementariedad y la sinergia de talentos y disposiciones, pero esto no es necesariamente así. La naturaleza humana tiene muchos ángulos, y uno de ellos conduce a que tus colegas de trabajo orienten su aporte en función de las debilidades que tienes, no de tus fortalezas.

Algunas personas “utilizarán” tus debilidades para cubrirlas en beneficio del trabajo colectivo, y otras lo harán para exponer sus propias fortalezas y destacar ante los demás.

Unos pocos te ayudarán a compensar y superar ésas debilidades, y la mayoría las usará contra ti cuantas veces lo vea conveniente para sus objetivos e intereses.

¡Es así de sencillo!

No es nada práctico ser idealista respecto a ciertos preceptos pseudo-éticos. Mucho menos en el desempeño laboral. El espíritu de cuerpo o equipo está esencialmente fundamentado en los intereses individuales. ¿A qué otra cosa responde, en primer lugar, que cada uno esté desarrollando ése trabajo en particular?

Existirán ocasiones en que los intereses personales se subordinen a los colectivos, pero será la excepción, no la norma. ¡Y no está mal! El trabajo colectivo exitoso es aquel que logra alinear los intereses individuales en un propósito común. Éste es el detalle en que se fundamenta la habilidad de un líder.

Las personas son primero personas y luego grupo. Y en tanto los propósitos de éste último resuenen mejor con sus propios objetivos, el trabajo y los resultados serán mejores.

El sentido de realización personal habitualmente precede al colectivo. Es simple cuestión de naturaleza humana, y no es objetable, porque en última instancia explica la propia evolución de la especie.

¿Cómo perfecciona una persona su sentido de realización en el trabajo de grupo? ¡Destacándose sobre los demás! Haciendo distinguido su aporte.

En general, esto se da por una de dos vías: aprovechando y exponiendo fortalezas propias o aprovechando y exponiendo las debilidades de los demás. Bien que se haga conscientemente o no, éstas son las vías que se transitan.

Ahora bien, si entre los miembros del equipo existe alguien que opera en función del pensamiento estratégico, aprovechará premeditadamente las debilidades ajenas para fortalecer su aporte y en consecuencia el trabajo de grupo. Lo hará conscientemente. Porque para el pensamiento estratégico existen dos parámetros de evaluación de resultados: éxito o derrota, victoria o fracaso. No existen medidas parciales.

Esto no quiere decir que se interponga la práctica de malas artes o actos moralmente objetables. La Estrategia es un sistema de gobierno, y como tal no puede calificarse moralmente al margen del comportamiento individual. Esto simplemente significa que algunas personas honrarán la efectividad del trabajo (individual y colectivo), por encima de medios y procesos.

Piense siempre en esto: sus colegas identificarán y aprovecharán sus debilidades mucho más que sus fortalezas. Sus debilidades los fortalecen a ellos y, en última instancia, pueden enriquecer el trabajo del grupo.

Las fortalezas impulsan las cosas “hacia adelante”, en tanto las debilidades las hacen retroceder. Anular una debilidad genera más beneficios que aprovechar fortalezas.

Quién domina el arte del pensamiento estratégico se cuida mucho de exponer debilidades, o al menos lo hace completamente consciente de lo que puede suceder.

Toda debilidad, expuesta o manifiesta, posibilita que otro tome control sobre uno, y en cierta medida manipule conductas y resultados. Esto no es conveniente, especialmente en el ámbito profesional o laboral. No existe debilidad mayor que ignorar esta realidad.

En los procesos de trabajo de las personas existen dos tipos de debilidades que entran en juego, las vinculadas a aptitudes y las que tienen que ver con actitudes. Las primeras se pueden gestionar a partir de reconocimiento, las segundas deben evitarse a cualquier costo.

Nadie puede tener desarrolladas todas las aptitudes necesarias para ejecutar una tarea. Por esto mismo existen los equipos de trabajo. Lo importante acá es que cada quién deje establecida su área de competencia y restrinja su desenvolvimiento en ella. Se comete un serio error al operar en zonas de incompetencia funcional. Esto expone flagrantemente las debilidades y permite que otros destaquen a costa de uno.

En la lógica de la dinámica laboral moderna nadie debe operar en zonas que no sean de su estricta competencia. De esto no se eximen los profesionales generalistas y mucho menos los especialistas. La consigna de “zapatero a tus zapatos” es, para este caso, muestra concreta de ética profesional y respeto con uno mismo.

Por otra parte, las debilidades relacionadas con actitudes desembocan en el desprestigio y el fin de las aventuras laborales. Los menores resquicios en este tema serán aprovechados por otros para esgrimir sus fortalezas.

Las personas que exponen debilidades conductuales serán superadas a pesar que cuenten con vastos conocimientos y experiencia. Las fortalezas en aptitudes no alcanzan para cubrir las debilidades emocionales.

Esto último sucede con frecuencia en personas que se toman muy en serio a sí mismas. Bien lo decía Peter Drucker, es conveniente, hasta cierto punto, tomarse el trabajo con seriedad, pero nunca es bueno tomarse muy en serio a uno mismo. El desempeño laboral es un rol que se adopta en lugares, situaciones y tiempo determinado. Y no tiene nada que ver con lo que uno es.

La vida no es trabajo, y de trabajo no se trata la vida. Por lo tanto, no hay justificación para que los rasgos personales (mucho menos las debilidades), se comprometan en el juego. De esto se trata precisamente el ser un profesional: desarrollar una tarea técnica con solvencia, pulcritud y sin involucrar aspectos personales.

Para quién actúa con lógica estratégica, no hay nada más sencillo que menoscabar y sacar del juego a una persona con francas debilidades en su conducta. Es muy sencillo “manejarla” conociendo sus códigos de comportamiento. Y responde a mucha ingenuidad del afectado suponer que las otras personas no actuarán de ésa manera.

Las fortalezas personales y profesionales son el motivo esencial de contar con alguien en el equipo de trabajo. Las debilidades no merecen consideración de ningún tipo. Por mucho que se trate de idealizar el sentido que deben tener los espacios de trabajo, una verdad como la anterior no desaparecerá nunca.

La tarea del líder es rodearse de talento. Conseguir la complementariedad de fortalezas de cada participante. Circunstancialmente, puede y debe actuar ante las debilidades que expongan las personas, pero de ser persistentes, lo más práctico será sustituirlas a ellas. En caso contrario, esto mismo tendrá que calificarse como una debilidad del líder.

Dirán muchos, y con razón, que nadie es perfecto y que todos tienen debilidades. Finalmente cualquier trabajo o acto social involucra a seres humanos. Pero esto mismo genera oportunidades iguales para todos. Prevalecerá, en última instancia, quién entienda que el mundo laboral es igual que una obra de teatro en la que debe interpretarse un rol de la mejor manera posible desde que se levanta el telón hasta que cae. Luego, la vida continúa.

Quienes hacen del trabajo el sentido de su vida no solo cometen una seria falta consigo mismos, también se debilitan a un grado que, más temprano que tarde, será aprovechado por otros.

Un apunte final como corolario: si bien lo que interesa aquí es señalar el carácter de fortalezas y debilidades en el mundo del trabajo, deben sacarse conclusiones parecidas para la vida íntima. Las debilidades conductuales siempre pueden ser aprovechadas por otros con afanes de control o manipulación. Por esto mismo es una prioridad la gestión del mundo interior. No existe nada más importante.

Nadie puede tener control absoluto sobre eventos externos, pero existe concreta posibilidad de controlar respuestas y reacciones. Ésa es una fortaleza que envidiarían incluso reyes y emperadores que conquistaron el mundo, porque se trata, simplemente, de algo que permite conquistar la vida.

Twitter: @NavaCondarco

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