Delegar, delegar, delegar, ¡ésa es la clave del éxito!

Nadie tiene que ser bueno en todo para ser exitoso. Eso no sólo es innecesario, también imposible. Del 100% de los componentes de algo que debe hacerse, seguramente hay que ser el mejor de todos en un 5%, y el 95% restante tienen que completarlo las personas que saben hacer ésas cosas mejor que uno. Por esto delegar es la clave del éxito.

La delegación es una de las herramientas más poderosas que tiene el ser humano entre sus facultades de organización. Ella lo distingue de todas las otras especies que practican algún tipo de trabajo colectivo. La capacidad de delegar eficientemente multiplica su poder y alcance.

En el arte de delegar están incluidas todas las tareas de gobierno: liderazgo, trabajo en equipo, motivación, inspiración, coordinación, supervisión, negociación, control, etc. Esto quiere decir que dominando las artes de la delegación, también se dominan las ciencias de la administración.

Delegar es la clave del éxito. Quién sabe hacerlo, alcanza más temprano sus objetivos y posee mayor alcance en sus determinaciones.

La tan mentada virtud del trabajo en equipo, orbita alrededor de la capacidad que tenga el líder de “transferir” tareas, obligaciones y poder entre los miembros del grupo, de forma que cada uno haga lo que se espera de él. Esto es delegar.

La historia muchas veces confunde capacidades de organización con habilidades de delegación. Se dice que el “trabajo organizado” ha posibilitado el progreso del hombre y tiene de ejemplo muestras destacadas, desde las pirámides egipcias hasta el viaje a la luna. Pero en realidad, ésas proezas, y todas las demás, responden primero a la capacidad de delegación que tuvieron los líderes para ejecutar su visión.

Delegar es la clave del éxito del líder. Ésa es la forma en que alcanza eficientemente sus objetivos. Se le atribuye a un general americano (posiblemente Douglas MacArthur), la afirmación:

“No hago nada que otro pueda hacer por mí”

Estas palabras destilan poder en cada letra. El hecho de “no hacer” nada que otro pueda hacer por uno, involucra que existen cosas que solo uno puede hacer, o visto de otra forma, cosas que NADIE puede hacer mejor que uno.

Eso se llama distinción, especialización.

Cuando en un equipo de trabajo cada quién hace lo que mejor sabe, y lo hace bien, el producto que emerge tiene sello de excelencia. Pero curiosamente, esto no está en función de que haya especialistas disponibles, más bien de que NADIE haga lo que otro puede hacer mejor.

El “saber” es tanto o más atrevido que la ignorancia. Porque uno de los agravios que comete con frecuencia es considerarse mejor que los demás. El “sabelotodo” es más peligroso que el ignorante, porque éste último por lo menos es genuino, en tanto que aquel se presenta como algo que no es.

El líder que asigna a cada quién las tareas que mejor ejecuta, respeta y aprovecha el conocimiento y la habilidad de los demás. Así construye una sinergia donde el todo es mucho más grande que la suma de las partes. En ése todo, su propia parte es un componente, posiblemente el más importante, pero solo una fracción, la que él practica mejor que todos los demás.

Conociendo bien un 5%  de lo que se tiene que hacer (para colocar cierto orden de magnitud), y teniendo habilidad para delegar el 95%  restante, se alcanzan eficientemente las metas. 5% es conocimiento específico y 95% capacidad de asignar y supervisar. ¡Delegar es la clave del éxito!

John Paul Dejoria, el famoso empresario americano que vivió en la calle antes de poder materializar su visión y volverse finalmente millonario, dice:

“No tienes que ser bueno en todo para ser exitoso. Simplemente haz lo que sabes hacer mejor que otros y trata de encontrar ayuda para todo aquello en lo que no destacas. Es así de simple, y así de difícil, pues requiere mucha humildad y honestidad con uno mismo. Y esto no es algo que exista en abundancia.”

“Encontrar ayuda” forma parte de los artes de delegación, porque desde allí parten las intenciones. El líder que domina los misterios del trabajo en equipo, se preocupa primero de encontrar a las mejores personas para el propósito que se tiene. Así construye terreno firme para el momento en el que efectivamente asigne tareas a los demás, y espere los mejores resultados.

¡No se puede delegar nada en personas en cuyo trabajo no se confíe! Pero llegar a éste punto no es un error de la persona incapaz, es una falta del líder, porque se permite operar con personas inadecuadas. Delegar es la clave del éxito, pero significa primero saber formar un equipo.

Buscar ayuda para delegar competencias y poder, requiere humildad y honestidad. Bien lo dice Dejoria. Honestidad con uno mismo para el entendimiento sobrio de todo lo que no se sabe hacer, o que al menos no puede hacerse mejor que otros. Y humildad para reconocer lo que todo buen líder saber: que uno depende de los demás, no es que el grupo depende de uno.

Humildad y honestidad con uno mismo no existen en abundancia, es verdad. Por esto la capacidad de formar y dirigir equipos es una tremenda ventaja competitiva, y el líder genuino un recurso precioso.

El propio Dejoria complementa esto. Dice:

“La diferencia entre las personas exitosas y las que no lo son es que las primeras hacen todas las cosas que las segundas no están dispuestas a hacer”.

Delegar es la clave del éxito. La delegación es igual que un aparejo de poleas a disposición del que desea maximizar su fuerza. Multiplica su poder.

Y la magia de la delegación se completa con un hecho que no es menor: la responsabilidad nunca se delega.

El líder lo sabe.

Se delegan tareas competencias y poder, pero nunca la responsabilidad. Por efecto de ello, el resultado final es siempre competencia del líder. Cuando el equipo es exitoso todos tienen mérito, pero cuando fracasa, el responsable es el líder. Éste es el costo que impone el liderazgo y la delegación.

Ahora bien, ¿por qué el hecho de que la responsabilidad nunca se delega es tan importante para lo tratado? Porque esto caracteriza el trabajo en equipo, define el liderazgo y diferencia la organización de individuos de la mera asociación o el grupo. Y porque eso mismo le otorga a la delegación todo su poder.

En un mundo que con frecuencia hace apología del “trabajo bruto”, y donde no son pocos los que piensan que el trabajo se mide en “sangre, sudor y lágrimas”, y que esto mismo es requisito indispensable para triunfar, el pensador estratégico plantea:

  • La inteligencia es el motor que conduce al individuo hacia el destino que anhela, no su capacidad física. Puesto que si se tratase de esto último, poca oportunidad tendría el hombre en relación a la mayoría de las bestias.
  • Mejor trabaja quién más alcanza con el menor esfuerzo.

  • La llave que permite activar lo anterior se llama “trabajo de equipo”.
  • A su vez, la llave que activa el trabajo de equipo es un asunto de liderazgo.
  • Y por último, el mecanismo que le permite al liderazgo activar eficientemente el trabajo de equipo y alcanzar máximos resultados con el menor esfuerzo, se llama DELEGACIÓN.

Delegar, delegar, delegar, ¡ésa es la clave del éxito!

Twitter: @NavaCondarco

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