Solo al creyente le está reservado alcanzar la victoria

Creyente es la persona que vincula toda su energía a una idea o causa que entiende determinante para su vida.

Existen pocos individuos que alcanzan el nivel de coherencia, voluntad y sacrificio para llamarse un creyente “genuino”. La gran mayoría son incrédulos, o creyentes a “tiempo parcial”. Firmes en sus convicciones en tanto las circunstancias los favorecen.

La vida ha demostrado que las únicas personas que salen airosas al enfrentar las continuas y duras adversidades son los creyentes. Sólo aquellos que “creen” pueden superar con ventaja las pruebas. Los incrédulos son víctimas permanentes de la dinámica impersonal e impiadosa del vivir.

Conceptualmente el “creyente” no solo está asociado a un dogma o a una doctrina.

El creyente, como el término lo indica, es la persona que “cree” en algo.

Si bien es cierto que el carácter de este “algo” puede fortalecer la propia creencia, su sola existencia habilita una participación ventajosa en el proceso. Alguien podrá argumentar que en el fondo todos los seres humanos creen en algo y se incluyen en la categoría. Pero esto no es verdad por un hecho simple: el creyente vive activamente de acuerdo a lo que cree.

No se trata solo de creer, se trata de vivir en función de lo que se cree. Y vivir en función de lo que se cree no es cosa simple, precisa carácter.

Esto último reduce drásticamente el número de “creyentes”.

Otros podrán argumentar sobre la calidad moral de la creencia. Porque efectivamente existen quienes creen prácticamente “cualquier cosa”. Pero estos últimos tampoco se inscriben entre los que transitan victoriosos, porque de mala semilla no emerge fruto bueno. La vida siempre paga bien por bien, nunca pasa lo contrario.

Los creyentes son personas coherentes consigo mismos, y muy fuertes. Sostienen una poderosa visión, se esfuerzan por alcanzarla. No miran sin necesidad a derecha o izquierda, y tienen mucha paciencia. Por el solo hecho de creer firmemente son personas seguras, luchan en primera línea y pocas veces miran atrás.

El hombre que cree sostiene la mirada hacia el naciente y la espalda al poniente. La dimensión temporal en la que se desenvuelve es el futuro. Nada puede hacerse sobre el pasado, y el presente es el regalo que considera punto de partida para el porvenir.

El tamaño del creyente es proporcional a su creencia. En tanto ésta sea mayor, también él es más grande.

Por eso es necesario evaluar bien la naturaleza y la dimensión de aquello en lo que se cree. Por otra parte, en tanto mayor aquello en lo que se cree, más humilde es el creyente. Grande es su capacidad de medirse honestamente y su respeto a las poderosas energías que gobiernan sus circunstancias.

Se debe reflexionar profundamente sobre las cosas en las que se cree, porque de ellas depende la calidad de vida y el destino.

Es necesario, pero no es suficiente creer en uno mismo. Debe también creerse en los demás.

Esto no es sencillo, pero es indispensable; la caminata no puede hacerse en soledad. El hombre solitario es la criatura más indefensa de la naturaleza y una de las más carentes. Porque con ése solo hecho demuestra su incapacidad de “ser” también para otros. Creer en los demás y recibir de ellos lo que se espera y se necesita, es producto de haber dado mucho y de buena calidad.

El creyente ha sembrado en los demás aquello que ahora demanda y recibe para encarar con ventaja la adversidad. Sembrar en los demás lo que se quiere recibir de ellos es otra de las tareas que distingue la categoría. Pocos lo pueden hacer y sostenerlo en el largo y accidentado camino de la existencia.

Todo lo que el creyente profesa se manifiesta en positivo, no existe margen para lo contrario.

El creyente genuino (porque hay más creyentes falsos de lo que se puede suponer), piensa en positivo. Actúa en positivo y soporta la adversidad, el fracaso y la perdida en positivo.

Éste es otro factor que lo califica, porque no es fácil de practicar.

Si el creyente no se desenvuelve en positivo le quita poder a la propia creencia. Dado que es necesario CREER que las cosas suceden para bien porque uno mismo actúa bien.

Lo negativo es como una corriente de agua que surca los cauces que el propio hombre establece. Y si se le brinda espacio en el dominio de la creencia, ingresa allí y lo corroe todo.

La persona negativa no solo es producto de pensamientos pesimistas que emergen del cálculo “objetivo” de probabilidades. Es también víctima consciente de sus actos negativos, los cuales difieren mucho de los “errores”. Estos últimos se cometen siempre, y no tienen nada que ver con la actitud. Son productos naturales de la vida. Un acto negativo es otra cosa, porque trae aparejada una consecuencia negativa.

El creyente debe tener la firme convicción que los actos de bien solo producen buenos resultados. Y de allí su seguridad de VIVIR en positivo. CREER esto último es parte esencial de reconocerse creyente.

Por último, el creyente hace uso discrecional y sin pausa del instrumento más poderoso que le ha sido reservado: la gratitud.

Para el creyente la gratitud es un arma, no sólo una actitud. Constituye el combustible que lo acerca al objetivo. La energía que lo vigoriza en el proceso. El alma que soporta el sacrificio y el esfuerzo.

La gratitud es remedio maravilloso contra la adversidad.

El creyente dice mil veces gracias por cada vez que se pregunta ¿Por qué me sucede esto?

Dice gracias cuando algo salió mal, porque de ello debe extraer alguna enseñanza, algún correctivo.

El creyente grita gracias ante el fracaso y así lo anula, porque de ésta forma le priva de poder.

Entiende que solo gana quien sabe perder y por ello da gracias en uno y otro caso.

Sabe que la victoria solo le está reservada a quien conoce la derrota, y por ello da gracias en uno y otro caso.

El creyente anuncia a los cuatro vientos su gratitud porque sabe que al poder hacerlo está con vida. Y si hay vida existe oportunidad para volver a pelear por lo que se cree.

Por eso el creyente ama profundamente la vida. Porque ésta le ha demostrado, una y otra vez, que tras cada noche oscura y fría siempre sale el sol.

Twitter: @NavaCondarco

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