¿Es el empleo una forma de “domesticar” a las personas?

El empleo es una forma de “domesticar” a las personas. Al menos eso plantea Steve Pavlina en su artículo “10 reasons you should never get a job” (puede ver el artículo traducido y contextualizado aquí).

Tomar un empleo, dice, es como enrolarse en un programa de “domesticación humana”. Uno aprende cómo convertirse en una buena mascota.

Hay 3 disquisiciones que soportan esta afirmación, y son expuestos por Pavlina de la siguiente manera:

1.- El empleo enseña, fundamentalmente, cómo obedecer. Constituye una forma significativa de restricción de libertad y de sometimiento a las disposiciones de la jerarquía.

2.- El jefe premia el “buen comportamiento” y aplica disciplina cuando no se obedece o no se atiende una disposición.

3.- Concluye siendo más exitoso como empleado quien mejor se “amolda” a las políticas, normas y órdenes que lo regulan.

Así, concluye Pavlina, el individuo termina llevando una vida limitada a la realidad que presentan estas “pequeñas jaulas” que lo convocan todos los días. En la forma de un trabajo que hay que realizar de acuerdo al buen juicio de los demás. O dicho de otra manera, en una dinámica que prueba que el empleo es una forma de “domesticar” a las personas.

Se puede estar de acuerdo o no con los términos. Pero el mensaje tiene valor y debe considerarse. El empleo es efectivamente un sistema impersonal que busca sus propios objetivos. Y en ése sentido precisa que los elementos que lo componen se adapten a sus métodos y propósitos.

Es cierto que las personas no solo deben obedecer las disposiciones del Sistema. En realidad tienen que “aprender a obedecer”. Porque el Sistema tiene sus propios códigos y todos ellos son sutiles. Cambian de acuerdo al momento, la posición y los agentes involucrados. No es exagerado sostener que el empleado debe aprender a reconocer, incluso, el estado de ánimo de su jefe si quiere ser exitoso.

También es cierto que el Sistema premia el “buen comportamiento” o “castiga”, de acuerdo a lo que corresponda con la actuación de las personas. Y esta definición de “premios y castigos” no siempre está asociada a la formalidad de aportes, conocimiento o desenvolvimiento. Más bien a la “comodidad” o conveniencia que le representan al Sistema.

Pocos podrán negar, por otra parte, que una cantidad importante de las personas exitosas en el empleo lo son porque han podido acomodarse a todas estas realidades, y no necesariamente por su distinción profesional. O para decirlo bajo la lógica de Pavlina, son exitosos porque en última instancia se han “domesticado”.

Quienes toman un empleo deben ajustar su rendimiento personal y profesional a las demandas que aquel tiene. Se puede considerar que el aporte contribuye a las necesidades del Sistema y que en ése sentido se genera una sana interdependencia, pero las prerrogativas del Sistema prevalecen siempre sobre las del individuo.

Si el profesional “gana” experiencia, ella está estrictamente relacionada a lo que hace en ése empleo y lo que el Sistema cotiza y privilegia. Bajo estas restricciones no alcanza un desarrollo integral.

Y dado que las personas pasan una gran parte de su tiempo en el empleo (porque es otra de las condiciones que tiene), y llegan a considerarlo “un segundo hogar”, la afirmación de que éste es una forma de “domesticar” a las personas se refuerza. (Sirvan las comillas como una muestra de respeto para la sensibilidad que el uso del término puede generar).

Podrá afirmarse, por otra parte, que ésta realidad de “acomodarse” a las necesidades de los sistemas se aplica a todos los ámbitos de la vida del hombre organizado. Pero en la lógica del empleo responde más bien a una serie de convencionalismos atávicos que a una necesidad funcional. Puesto que las personas pueden efectivamente “vender” aquello que demandan las organizaciones sin tener que someterse a las regulaciones de un sistema anacrónico que en poco tiene el valor y la propia integridad de los individuos.

No corresponde, por supuesto, ser “domesticado” en la lógica que representa el empleo o en cualquier otro ámbito. Pero curiosamente la solución de ello no le corresponde al Sistema, más bien al individuo. Éste, que en algún momento debe reconocer que tiene las condiciones de un león y no las de un gato doméstico.

Twitter: @NavaCondarco

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