El fracaso es menos riesgoso que el éxito

Todo éxito, como la propia vida, es completamente circunstancial. Cuando las personas no entienden adecuadamente la simpleza de ésta realidad, el éxito se convierte en algo más riesgoso que el fracaso.

Aunque la clasificación del éxito es algo muy personal y no existen dos concepciones iguales, el riesgo que representa es el mismo para todos.

El éxito es un estado que se tiene en mucho aprecio, diferente para cada quién pero valioso y positivo para todos. Así concebido, es más riesgoso que el fracaso por los siguientes motivos:

1.- Todo fracaso fortalece y algo enseña. En tanto que el éxito puede desordenar, descomponer y corromper a las personas.

Si el fracaso guarda la posibilidad de fortalecer a una persona, el éxito lo puede envanecer.

El fracaso mantiene en alerta los sentidos, el éxito puede envolverlos en sutil modorra.

Solo una pequeña porción de los hombres se fortalece y evoluciona con el éxito, el gran número lo interpreta como una “estación de llegada”, un punto de celebración y reposo, un hito de conquista. La posición exitosa se defiende, por supuesto, pero rara vez produce evolución y crecimiento.

Cuando el éxito se asume como un derecho, y no merece consideración y cuidado, conduce a la descomposición de las personas. Se escucha, casi por igual, de hombres que superaron el fracaso y otros que fueron superados por el éxito.

2.- El éxito es más riesgoso que el fracaso porque su pérdida representa siempre una “caída”.

Cuando el estado que explica el éxito se afecta por algún motivo, siempre es una pérdida, un resultado no deseado, un retroceso.

El fracaso es un estado que precede a situaciones más apropiadas. Puede considerarse un  punto de partida para llegar a mejor destino. En cambio, cuando la fortuna cambia, el destino siempre es el fracaso.

El fracaso puede considerarse un “estado descompuesto”, en tanto el éxito que se pierde es un “estado en proceso de descomposición”. Ambas situaciones no son lo mismo, ni se viven igual. Mientras en el primer caso las cosas son como son, en el segundo se vive un deterioro progresivo. Es diferente vivir en un pedazo desnudo de tierra que poco o nada ofrece, que hacerlo en una parcela donde existía una edificación que ahora se desmorona.

Del fracaso emerge, muchas veces, el carácter que considera halagüeño el porvenir. Pero cuando el éxito se desvanece, el futuro se ve peor que el presente, siempre. Y éste hecho no apuntala el carácter, lo debilita.

3.- Existe gran probabilidad que el fracaso transforme positivamente a una persona. En tanto es menos probable que el éxito lo haga.

Las probabilidades nunca apuntan a un absoluto, obviamente, y por esto mismo las generalizaciones no sirven. Existirán seres que alcanzando el éxito consoliden la mejor vrsión de sí mismos. Pero dado que el éxito puede considerarse más bien un efecto que una causa, estos casos no serán muchos.

El fracaso que no cambia positivamente a una persona puede llevarlo a la derrota definitiva. El fracaso es siempre un factor externo que demanda actitudes y posiciones, es cómplice o victimario, dependiendo de la respuesta del individuo.

El éxito sin embargo, es mas riesgoso que el fracaso porque pocas veces demanda actitudes o posiciones de la persona, al menos no como algo condicionante. En el éxito, es el hombre quién debe ser propositivo. Él debe establecer, “de adentro hacia afuera”, los objetivos y premisas. Si no propone algo para que se produzca una transformación virtuosa, entonces no se produce nada. Porque el éxito por sí mismo nunca hace ninguna demanda.

Por esto, una persona puede completarse en el fracaso. Pero debe estar completo si quiere administrar eficientemente el éxito.

4.-  Es más riesgoso el éxito que se alcanza sin conocer el fracaso, porque puede efectivamente desaprovecharse y ser efímero.

El éxito tiene un valor, como todas las cosas buenas de la vida. Y ése valor está representado por el costo que ha significado alcanzarlo.

El fracaso es claramente un hecho costoso. Pero por lo mismo agrega inmenso valor al éxito que se consigue.

Hay éxitos que se conquistan con rapidez y comodidad. Los hay de igual forma que ciertos fracasos que solo se explican por fatalidades. Esos “éxitos rápidos y fáciles” son los de mayor riesgo. Porque están obligados a consolidarse de manera poco natural. Como un árbol maduro que circunstancialmente está erguido y “debe” comenzar a echar raíces.

Así es el “éxito fácil”: un árbol que no creció desde sus raíces…

Mientras más costoso el proceso que conduce al éxito, mayor la probabilidad que éste reciba aprecio y cuidado. Constituyendo factor de transformación positiva en la vida de las personas que se relacionan con él.

Poco vale lo que poco cuesta. Y esto aplica igual en el éxito como en el resto de las cosas en la vida.

5.- Es más riesgoso el éxito porque genera en las personas una sutil sensación de superioridad e invencibilidad.

Genera ésa “dulce sensación” de pensar que se tiene control de las cosas y conocimiento para enfrentar las situaciones que se presenten.

Una falsa sensación de seguridad es riesgosa, de hecho, y se vuelve peligrosa en tanto pasa el tiempo. Cuando se produce un cambio las personas salen más afectadas.

El éxito provoca muchas veces la lisonja externa. El adulo fácil, el consentimiento barato de los demás. Esto hace nido en el espíritu del hombre y le insinúa que se encuentra encima de toda circunstancia y eventualidad.

En la historia de la humanidad, nada ha contribuido más que el éxito en la aparición del individuo fatuo, indolente, despectivo, arrogante y soberbio. El fracaso pocas veces produce este tipo de hombres. Más bien los acoge, procesa y transforma, o desecha en definitiva.

6.- El éxito “obscurece” la existencia de otras realidades y provoca pérdida de sensibilidad.

Cuando la persona “circunstancialmente exitosa” propende a juzgar otras realidades, expone la suya.

Cuando alguien a quien el éxito ha privado de básica sensibilidad enfrenta el fracaso, o una reversión de las condiciones favorables, sufre mucho los impactos. Más que quién ha conservado básica sensibilidad hacia todas las realidades que presenta la vida.

Quien experimenta las circunstancias exitosas sin el necesario entendimiento de la realidad mayor, peca de ignorancia, que luego provoca sufrimiento.

El éxito “obscurece” la existencia de otras realidades y puede construir frágiles “burbujas”, donde se viva la coyuntura y se aprecie distante lo que la circunde. Y el drama radica precisamente allí, en el hecho que toda “burbuja” es por esencia débil, igual que quién se acomoda en ella.

7.- Éxito e insatisfacción transitan los mismos caminos.

El éxito es más riesgoso que el fracaso porque llega asociado, en muchas ocasiones, a la necesidad de lo incremental. Al deseo y la idea de “más”, cada vez más.

Lo que se tiene no satisface, se buscan nuevos objetivos, mayores resultados, más éxitos. Insatisfacción y frustración respecto a lo que ya hay, y a lo que no puede haber en la medida de lo deseado.

Es un hecho que nadie se siente “poco satisfecho” por lo que ofrece el fracaso, pero es frecuente sentirse así respecto al éxito. Esto igualmente expone y debilita, pero fundamentalmente establece condiciones para el sufrimiento.

Ya no es solo el hecho que toda condición que sustente el éxito pueda desaparecer en algún momento. Es también el hecho que éste mismo nunca haya sido “suficientemente satisfactorio”. Y si bien se sabe que el fracaso no es satisfactorio, ¿cuánto sufrimiento puede esperarse de una persona que lo enfrente habiéndose, a la vez, sentido insatisfecha con el propio éxito?

Ahora bien, si éxito e insatisfacción transitan frecuentemente los mismos caminos no significa que tengan una relación causal.

La insatisfacción es producto de defectos en el carácter, no del éxito, obviamente. Pero a efectos de lo que aquí se trata, resulta más que curioso que ésa insatisfacción nunca se presente en el fracaso.

Una conclusión muy simple.

Habiendose evaluado algunos factores que justifican la afirmación del éxito como más riesgoso que el fracaso, corresponde establecer el remedio:

¿Cómo puede evitar el hombre que el éxito concluya siendo factor de riesgo y de poco provecho en su vida?

La respuesta respira modestia por cada vértice:

Siendo humilde

Si el fracaso y el éxito deben reconocer algo como guía infalible para transitar sus caminos, coincidirán en una demanda: ¡Humildad!

El fracaso puede llegar a graduar a un hombre en el entendimiento y el ejercicio de humildad. En tanto que el hombre que la practique en el éxito nunca conocerá el fracaso.

Temática extraída del libro: “El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales” de Carlos Nava Condarco)

Twitter: @NavaCondarco

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