GRACIAS: la palabra más poderosa que existe

Hay mucho más que una frase bonita en la demanda de aprender a ser una persona agradecida. El gracias tiene enorme poder para caminar por la vida. Poder práctico y concreto.

Los seres humanos son, finalmente, una compleja maquinaria que funciona día a día tratando de alcanzar objetivos, resolver problemas, crear futuro, disfrutar, descansar, sentir contento. Esto afecta el estado anímico y la capacidad física.

No existe posibilidad de hacer todo o conseguir que las cosas se ajusten siempre a las expectativas, al esfuerzo o la  dedicación invertida. Hay siempre una “brecha” entre anhelos, sueños y deseos cumplidos.

Si no existiese una forma de “inyectar oxígeno” a ésa combustión de factores que generan energía vital, la maravillosa maquinaria que es el ser humano no podría funcionar.

Este “oxígeno” debe adoptar la forma de una evaluación periódica de hechos y estados. Un cierre de “ciclos pequeños” en la dinámica vivida. Uno que establezca nuevos puntos de partida, un seguir adelante “empezando” todo de nuevo. Una forma en que la vida “respire” para seguir activa.

Existen dos formas en las que éste “oxígeno” se puede presentar: limpio, puro o sucio y viciado. Y el gracias activa lo primero.

Cuando uno da gracias por las cosas que le suceden, por lo que consigue o siente, inyecta “oxígeno puro” en la mezcla que genera energía para proseguir con los afanes de la vida.

Este gracias no es necesariamente una medida de satisfacción o muestra de aprobación de lo que pasa. Es una manera de reconocer que muchos aspectos de la vida son positivos.

Las personas “enfocan” su atención en determinadas cosas de su vida rutinaria. En ellas miden su progreso. Y cuando no marchan como esperan, hacen evaluaciones negativas casi por instinto. Entonces olvidan que muchos otros aspectos están bien.

Siempre hay aspectos positivos y negativos en lo que pasa. Cuando la medida se efectúa sobre las cosas que no marchan bien, la gratitud queda ausente. Pero si se apreciara el cuadro completo, su presencia quedaría justificada.

Cuando el ciclo vital de acontecimientos se cierra con un gracias, se inyecta “oxígeno puro” en el proceso de formación de energía. Cuando se lo hace con frustración y pesar ingresa “oxígeno viciado”.

Dado que la vida debe continuar más allá de eventos que no tienen el carácter esperado, las personas que fundamentan su dinámica en ésa combustión de “oxígeno viciado”, no alcanzan buen rendimiento ni satisfacciones. Cuando, por otra parte, el ciclo se cierra con un gracias, la dinámica tiene mayor soporte para proseguir favorablemente.

Son, por tanto, dos motivos importantes los que justifican un sincero gracias en la evaluación de las cosas que pasan en la vida:

1.- Siempre existen muchas cosas que merecen un genuino agradecimiento. Generalmente más que las que provocan frustración y pesar.

2.- La dinámica de vida se desenvuelve mejor con la energía que genera un gracias que con frustración y pesar. No solo como medida de todo aquello que está bien, especialmente para resolver favorablemente aquello que no está como se quiere.

La persona agradecida marcha “liviana” por la vida, con espíritu dispuesto y preparado. Tiene la mente lista, limpia y alerta. Y tiene el ánimo fortalecido, porque el agradecimiento renueva toda disposición.

El espíritu dispuesto, la mente preparada y el ánimo renovado, construyen la actitud correcta. Y pocas cosas son tan importantes como ella.

¿Qué puede justificar entonces la ausencia de un gracias?

Objetivamente, no hay persona tan “desgraciada” que no tenga algo que agradecer. De hecho la propia vida constituye el justificativo principal. Subjetivamente hay muchos que encuentran sobrados motivos para constituirse en acreedores perpetuos de la vida, pero la subjetividad pocas veces es argumento que rinda provecho.

El gracias nunca perjudica. Es, más bien, una forma de renovar confianza, de gritarle al universo que se cree en uno mismo y en la claridad del destino.

El agradecimiento forja al creyente. Para él la gratitud es un arma, no sólo una actitud.

La próxima vez que tenga la tentación de decir que tuvo “un mal día”, piense con cuidado y sustituya la afirmación con un sonoro gracias. Porque en definitiva, todo día que concluye “mal” siempre pudo terminar “peor”. Y  sólo pensar en esto consolida la importancia del agradecimiento.

El entendimiento de la vida se resume en comenzar y concluir cada día con un gracias. Lo demás es desconocimiento elemental de la existencia.

Twitter: @NavaCondarco

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