Convicción: el poder que convierte deseos en hechos

Convicción han tenido todos aquellos que han alcanzado sus objetivos. Pero curiosamente no siempre de sus propósitos o metas, más bien del sentido de la búsqueda emprendida para encontrar lo deseado.

Se puede estar “convencido” del valor de lo que se busca. Pero sobre todo hay que estar convencido de lo virtuoso de la búsqueda y el hecho de que “quién busca, finalmente encuentra”. Esta es la convicción que convierte los deseos en hechos.

Hay mucho más que una afirmación bonita en la frase que se le atribuye a Thomas Alba Edison respecto a los 1000 fracasos en el desarrollo de la bombilla eléctrica, o las “999 lecciones sobre como NO hacer una bombilla”. La enseñanza no solo radica en la virtud de la persistencia, la necesidad de la prueba y el error, el trabajo duro o la visión. La lección más importante tiene sustento estadístico: “aquel que busca, encuentra”.

Las personas complican muchas cosas sin necesidad. Interponen explicaciones donde no son necesarias. Construyen argumentos que no se precisan. La verdad es siempre muy elemental: si se busca algo con tesón, finalmente se lo encuentra. Simple.

Todo lo relacionado al conocimiento, habilidades y aptitudes constituye herramental importante para “buscar” en lugares apropiados, tener noción de cómo hacerlo y ser eficiente en los procesos. Pero el resto es pura y simple capacidad de soportar fracasos, superar la frustración que provocan e insistir sin descanso.

A diferencia de lo que muchos creen, esto último no se vincula con el conocimiento o la perseverancia. Es un asunto relacionado a la CONVICCIÓN.

Convicción es el “convencimiento sobre algo”. Y cuando este “algo” es precisamente la acción de buscar, todo se vuelve más sencillo.

Esto sucede cuando se suben las gradas de un edificio. Con cada peldaño no se llega a destino, pero se tiene consciencia del trayecto y de la meta. Igualmente cuando se emprende viaje y se reconoce el camino transitado, aunque falte mucho para llegar al objetivo.

La convicción tiene ésa virtud: se nutre del proceso.

Saber qué se está buscando y tener certeza de la búsqueda es todo lo que se necesita. Luego se produce el hallazgo como consecuencia natural. Como efecto de la acción básica de buscar.

Si se clasifica lo que significa fe y convicción, ésta última amerita una interpretación más prosaica. La fe activa un proceso: construye, define posibilidades y en este sentido transforma la realidad. La fe concentra energía en el objetivo, en el lugar de destino, en aquello que se busca alcanzar o conseguir. La convicción en cambio, es un compañero de camino, un asistente de viaje.

La convicción no siempre tiene consciencia plena del objetivo. Pero entiende con claridad que en tanto se recorre camino, se acortan distancias hacia aquello que se quiere. La convicción conquista terreno, lo domina, y así acerca al hombre al cumplimiento de su destino.

Si no se inicia o emprende camino, la convicción no se activa. Ello quiere decir simplemente, que quién no empieza a buscar no encuentra.

La convicción se forma ciertamente en un conjunto de creencias. Pero toma vida como efecto de los hechos que se van produciendo.

El inventor que comete errores en el intento de encontrar soluciones está convencido, como mínimo, que los yerros se están produciendo porque existe trabajo. En esto no hay especulación. Luego si se continúa, más temprano que tarde llegará el acierto.

La vida las trae de “cal y arena” siempre. No todo es cal o todo arena. No todo es error o todo acierto. Existen unos y otros. Por ello es un hecho estadístico que aquello que se busca finalmente se encuentra. Quién busca arena encontrará muchas veces cal, y viceversa, pero algún momento hallará lo que busca.

No hace falta tener convicción que se hallará aquello que se espera. Sólo es necesario tener convicción de la búsqueda, el resto es una dinámica natural.

Tampoco hace falta argumentar que toda la convicción del mundo no sirve para buscar una sandía en el desierto. Las personas SABEN el qué y porqué de aquello que buscan. Y los ajustes necesarios se aplican en el camino, precisamente a medida que la convicción lo indica. Aquél que sube las gradas y se encuentra con un  pasillo cerrado, toma inmediata consciencia del hecho y corrige el rumbo. No es la certeza del objetivo la que se pone a prueba, solamente el hecho de haber encontrado un obstáculo.

Pierde solo aquel que deja de buscar, en ningún caso el que no encuentra lo que busca. Esto último es transitorio, lo primero definitivo e irreversible.

Las personas habitualmente se cansan de buscar. Esperan jornadas más sencillas, atajos, sendas sin obstáculos. Están dispuestos a recibir “algo” de cal mientras buscan arena, pero en medidas que no incomoden. La mayoría quiere convencerse que busca el éxito, pero en realidad es “exitista”, le grita al mundo que va tras la victoria pero sólo es “triunfalista”. Quiere comer las naranjas pero rehúye su costo. Busca la satisfacción que produce el hallazgo pero no entiende el valor de la búsqueda.

Para estas personas la estadística no funciona. Desarrollan explicaciones y justificaciones para cada cosa que les sucede. Pero ignoran aquella que yace en la génesis de todo: si dejas de buscar, no encuentras.

La búsqueda fatiga, por supuesto, los obstáculos atentan contra el mejor ánimo. La frustración es, muchas veces, el título principal de la historia. Pero todo esto se remedia con un hecho: convicción de la propia búsqueda, ¡nada más! Todo el resto es dinámica natural, flujo inercial de energía. Si se adopta el convencimiento de la búsqueda y no se ceja, finalmente aquello que se busca llega. Y lo hace de la misma forma en que se presentan los obstáculos y desventuras: clara e inobjetablemente.

Esto último no siempre se incluye en el análisis: así como duras y difíciles son las pruebas, así de grandes, dulces y majestuosas son las victorias.

Mientras más dura la prueba y difícil la búsqueda, mas imponente el logro.

Las cosas más valiosas son las más difíciles de encontrar, ¿podría ser de otra manera? La búsqueda más dura, larga y compleja conduce al tesoro. Por lo tanto, más valiosa la convicción de la búsqueda en cuanto más ambicioso el objetivo.

Es indudable la existencia del genio en Edison. Pero sus logros fueron más bien producto de una búsqueda incansable, una convicción férrea.

El genio no tiene ideas que se materializan por efecto de fuerzas sobrenaturales. El genio tiene ideas que activan la persecución de respuestas. Y en ése proceso la convicción de la búsqueda enriquece cada etapa y experiencia.

Cuando se da valor y lugar al camino, el destino se alcanza irremediablemente. Cuando se reconoce y aprovecha el valor del proceso, el logro es una manzana madura que cae en mano por la “levedad” de su propio peso.

¡Quién busca encuentra!, a no dudarlo. Es más productivo invertir esfuerzos en determinar aquello que habrá de buscarse que dudar de lo anterior.

No hay fórmulas elaboradas ni recetas ocultas que superen esta realidad: quién busca, encuentra. No hay habilidad, aptitud o conocimiento que supere este entendimiento: quién busca encuentra.

Si uno se busca a sí mismo, se encontrará. Buscando amor, lo encontrará. Si busca éxito, lo hallará. Así también si busca dinero, perdón u olvido. Todo lo que se busque con convicción, se hallará.

Por último, asumir y entender esta verdad posiblemente sea la mejor forma de forjar el carácter. Porque la búsqueda con convicción pone a prueba el talante y la madera de la que el hombre está hecho.

Y, curiosamente, la propia existencia busca también esto: hombres de carácter. Para ellos tiene reservados sus mayores premios y su genuino significado. Para todos los demás la vida  transcurre, casi siempre, como un enigma.

Twitter: @NavaCondarco

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