Emprendedor de pura cepa. El último dólar y el millón.

¿Es apropiado llamar a alguien un emprendedor de pura cepa? En este caso sí. Porque en la categoría existen diferencias. Más alla que ejerzan o no, todos los seres humanos son por esencia emprendedores. Pero pocos son los que toman la decisión de actuar. Y muchos que lo hacen son más bien “exitistas”: se mantienen en el ruedo solo mientras la fortuna les sonríe.

El Emprendedor de pura cepa no. Él se enfoca por igual en el objetivo que persigue y en la posibilidad que todo fracase y sea necesario comenzar de nuevo.

El temor al fracaso no es privativo del Emprendedor, por supuesto, pero le atinge de manera particular porque pone a prueba su carácter y la fortaleza de sus convicciones.

El Emprendedor de pura cepa visualiza el fracaso con naturalidad. Posee una mente competitiva que trasciende eventos y se siente vencedora antes que ellos se manifiesten.

Él se hace rutinariamente la “prueba del dólar”, o el desafío de visualizar los alcances de un eventual fracaso, una derrota. Situaciones que pueden acontecer, y ante las cuales se demanda una introspección sincera.

¿Qué pasaría si todo falla irremediablemente y solo queda un dólar en el bolsillo?

No solo es aconsejable hacerse ésta pregunta, es INDISPENSABLE por una razón básica: la posibilidad existe.

La mayoría de emprendedores tiende a rodearse de positivismo. Interpreta otras argumentaciones como “malos augurios” o consejos de “gente timorata”. Propende a no considerar ni dar importancia a pronósticos “pesimistas” o criterios conservadores.

El Emprendedor de pura cepa no es (por supuesto) una persona negativa, pero no tiene problema en visualizar y evaluar los aspectos duros y complejos con los que puede encontrarse en el camino. No plantea objeciones a los cuestionamientos difíciles.

Quien ha tomado la decisión de hacer del emprendimiento una forma de vida, entiende que debe llevar el optimismo en el corazón y el pesimismo en la cabeza.

Los emprendedores que inician el trayecto considerando únicamente las posibilidades de ganar, no son emprendedores, son “apostadores”.

Pueden efectivamente salir airosos en su cometido, pero si algo falla más allá de su umbral de tolerancia, darán la vuelta y mirarán para otro lado.

Esto aplica para el Emprendedor que sólo visualiza “el millón de dólares” como meta de su desenvolvimiento. Bien lo dijo John D. Rockefeller: “Si el único objetivo que tienes en la vida es volverte rico, nunca lo alcanzarás”.

No está mal visualizar “el millón de dólares” como sano objetivo de acciones e intenciones, pero establecerlo como propósito es un error serio. Uno que no proporciona fortaleza ni perfil competitivo.

La orientación del Emprendedor de pura cepa es visualizarse (en algún momento), con UN DÓLAR en el bolsillo, no con un millón.

No es difícil imaginar lo que se puede hacer con un millón de dólares, pero… ¿con UN DÓLAR? Esta respuesta la tiene un hombre entre mil.

En ése hipotético caso:

¿Existiría la capacidad de salir de la encrucijada, revertir los hechos y retomar camino? ¿Se podría empezar de nuevo con el mismo vigor y entusiasmo?

Las respuestas positivas establecen la existencia de un Emprendedor de pura cepa, las negativas o la duda, no.

Para entender esto es importante establecer la diferencia que hay entre sujeto y objeto.

El Emprendedor es el sujeto. Lo que hace, alcanza o consigue es el objeto. El valor de esta ecuación se encuentra siempre en el sujeto, nunca en el objeto. El Emprendedor es el que tiene valor, no aquello que alcanza o posee.

El Emprendedor es el que vale. No el millón de dólares, ni tampoco el dólar.

Cuando el valor se encuentra en el sujeto, el objeto está asegurado, más temprano que tarde. No existe dependencia de externalidades. Los logros en la vida NO se evalúan en función del empleo que se tenga, el Negocio que se posea o la cuenta bancaria. Los resultados se miden en términos de la CAPACIDAD DE PRODUCCION  que tiene el sujeto.

Cuando el empleo concluye, el Negocio cierra o la cuenta bancaria desaparece, la capacidad de producción permite que todo continúe y, eventualmente, que todo se recupere.

En coherencia con lo anterior, la “prueba de fuego” consiste en aceptar la posibilidad de empezar todo de nuevo con UN DÓLAR. Si se asume que ello es posible lo demás está garantizado.

El temor a perder es una angustia grande. Impide gestionar procesos que eventualmente conduzcan a la victoria.

En la prueba del dólar se asume que se ha perdido prácticamente todo. Es difícil procesar esto, o incluso imaginarlo. Pero precisamente en esto consiste la prueba. En superar la dificultad de visualizar un escenario así. En “experimentarlo” con la misma sensibilidad que se puede tener para el millón de dólares.

Así se vence al temor. Mirándolo de frente, sin complejos. Teniendo el valor de aceptarlo e incorporarlo entre todo lo relativo que representa la vida.

Es un pensamiento mezquino aquel de “no quiero ni siquiera imaginarlo” cuando se tratan adversidades. Es una actitud que busca eludir el temor natural, pero solo consigue darle vigor.

Ahora bien, referirse a “un dólar” es una simplificación metodológica. La alusión es a la escasez y ausencia de elementos que facilitan el emprendimiento.

  • Si las probabilidades de quedar sólo con UN DOLAR fuesen importantes, ¿igualmente se emprendería?
  • ¿Al entender que se tiene que empezar de nuevo, igualmente se empezaría?
  • ¿Si emerge el juicio implacable (porque siempre lo hace en estas circunstancias), se proseguiría igualmente?
  • ¿Cuando el juicio ajeno levanta el dedo y grita que se es un perdedor, soñador o alguien divorciado de la realidad, igualmente se levanta la cabeza y se prosigue?
  • ¿Si deben abandonarse muchas cosas asociadas a la “calidad de vida” (casa, automóviles,  vacaciones, colegiaturas, gustos, ocio, etc.), se continúa de todas maneras?
  • ¿ Y si no pueden enfrentarse con tranquilidad los costos de enfermedades y emergencias?

Las respuestas no deben procesarse con inmadurez. Acá no tiene cabida ninguna soberbia o actitud altanera. La vida dobla la cerviz de aquellos que carecen de humildad para evaluar, incluso, sus propios intereses.

Tampoco se debe considerar la prueba en términos de su “improbabilidad” o futilidad. Esta sería una necedad parecida a la de un deportista que desea ser atleta profesional pero se resiste a entender los “costos” que le representará en su vida (sacrificio, dolor, renuncia, aislamiento).

Se precisa una respuesta honesta, sincera.

Buena parte de la mediocridad se explica por la resistencia de la gente a pagar el costo de las cosas que quieren en la vida. Éste es mayor en cuanto más grandes son las expectativas. ¡Y hay que estar consciente de eso! Una visión de vida llena de promesas y sin existencia de costos, es un espejismo que se vende a los incautos.

El Emprendedor de pura cepa no se incluye entre ellos.

En todo esto sirve también la humildad de entender que la vida se encuentra llena de maestros. Y que el camino del conocimiento no pasa sólo por encontrar un mentor que se “encuentre allá donde se desea llegar”. Esto último también forma parte de la parafernalia que se le vende a la gente para alcanzar en 30 días el paraíso.

Finalmente la prueba del dólar servirá también para que se adopten PREVISIONES.

Porque cuando se visualiza la vida con UN DÓLAR se activan seria y honestamente las precauciones. Cuando se visualiza la posibilidad del sano fracaso, se toma mayor aprecio a lo que se posee, y se redoblan esfuerzos para precautelarlo. Cuando se internaliza la posibilidad de la derrota, aumenta el amor por la victoria.

Todos pueden interpretar las bondades de la vida con un millón de dólares. Sólo unos cuantos la pueden visualizar igual con un dólar.

¡Esto diferencia a ganadores de perdedores, a un Emprendedor de cepa de un “apostador”!

Twitter: @NavaCondarco

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