El emprendedor y las relaciones familiares. Reflexiones

Emprender es una forma de ver el mundo y vivir la vida. De esto debe estar consciente el emprendedor todo momento, en el ámbito personal y en las relaciones familiares. Desde que decide tomar ésta senda, estos aspectos deben adaptarse a la dinámica que representa. Nada en ella es convencional, como no lo es el propio emprendimiento.

Cualquier tema vinculado al entorno familiar es de tanto valor para el éxito de la tarea como la calidad del proyecto mismo. Esto no quiere decir que la realidad familiar no sea determinante para el desarrollo de otro oficio, pero en el emprendimiento tiene particularidades únicas.

No es igual la dinámica familiar de una persona que presta servicios en las Fuerzas Armadas que aquella que trabaja en un Banco. O la de un ingeniero petrolero y un director de escuela. El oficio determina la forma en que se ordena y funciona la vida personal y familiar.

Por otra parte, tampoco es lo mismo interpretar estas realidades desde el punto de vista de la persona que hace el oficio y desde el círculo familiar que lo soporta.

Toda persona que alcanza sus objetivos en la vida profesional, se considera exitoso y en paz consigo mismo, ha tenido que ser capaz de mantener un delicado equilibrio en sus intereses familiares.

El éxito no es un estado que se construye de “afuera hacia adentro”, es una meta que se conquista partiendo del rincón más profundo e íntimo de las personas.

Por una parte, si el individuo no se siente bien consigo mismo y con quienes lo rodean, tampoco lo hará con todas las cosas que haya conseguido acumular. Por otra, si éste equilibrio íntimo y privado no se ha consolidado previamente, es más difícil alcanzar lo que se quiere.

El éxito está compuesto por docenas de batallas que se desarrollan cada día y deben vencerse todo momento, Éxito en realidad se escribe con “e” minúscula, porque es un proceso de muchas victorias pequeñas que van construyendo lo grandioso.

Todo se inicia con la persona, la familia y el entorno cercano, siempre de “adentro hacia afuera”.

En ésta tarea, el emprendedor debe enfrentar una situación que difiere de las que encaran personas que se dedican a otros oficios. Incluidos aquellos que tienen un “trabajo muy particular”, como el bombero o el misionero. El emprendedor debe interactuar con una estructura de convencionalismos culturales que han condicionado la educación de las personas desde siempre.

La mayoría de las sociedades educan a la gente alrededor de valores económicos y financieros arraigados en conceptos, costumbres y tradiciones.

Enfatizan la virtud de la seguridad y lo previsible. Por una parte la “seguridad” que proporciona una educación convencional, un empleo, una carrera profesional, la casa propia, la jubilación, etc. Por otra, el riesgo que representa “hacer algo diferente”. Y finalmente, el beneficio de actuar en lo que “ya se sabe que funciona”.

Las sociedades forman a las personas alrededor de estos valores desde el seno familiar. No es un fenómeno que tenga orígen en colegios o universidades, son los padres, familiares y amigos cercanos quienes imparten la doctrina. Allí se  forman estructuras mentales que condicionan los actos de las personas a lo largo de su vida.

Enfrentar esto es más difícil de lo que puede suponerse. El emprendedor tiene más dificultades en este sentido que quienes optan por ser pescadores en mares turbulentos o pilotos de aviones de caza.

La Sociedad entiende de “oficios”. Tiene claro que el sistema funciona por que cada quién hace algo que se necesita. Desde el albañil hasta quien limpia los desagües sanitarios, pasando por el empleado de Banco y el médico cirujano. La Sociedad se entiende como una “meritocracia” alrededor de los oficios que se practican para mantenerla activa. Un bombero o un policía no tienen, necesariamente, oficios de poco riesgo, pero son necesarios y la Sociedad lo entiende y soporta.

Con el emprendedor no pasa lo mismo.

¿Qué tipo de oficio es éste y donde se ajusta en el marco de las necesidades cotidianas?

¿Cómo se halla inscrito en los márgenes de la historia y las costumbres?

Hace escasos cincuenta años, los empresarios todavía constituían una “clase especial” de ciudadanos que debían posición y prerrogativas a herencias generacionales. En ello no aplicaba el paradigma del “oficio”, más la “diferencia de clases”.

Si éste estado de las cosas le representa un problema al emprendedor, se vuelve más serio cuando el entorno familiar ha sido educado y formado en ésos moldes. Por ello los aristócratas de antaño formaban familias con su entorno cercano.

La tarea del emprendedor se desarrolla en el marco de lo establecido por los patrones de ésa educación convencional.

El emprendedor no ejerce un “oficio” que establezca división clara entre la actividad personal y profesional. No posee un empleo y no se sujeta, en todos los casos, a una educación tradicional. No persigue una carrera de méritos en el trabajo. Tampoco tiene como objetivo central la inversión en casa propia ni apunta al desenlace de su vida activa en la jubilación. Esto rompe moldes culturales e idiosincráticos.

Esta barrera debe ser franqueada al interior del seno familiar y cuando se forma una nueva familia.

Obtener resultados satisfactorios en estas pruebas no depende de los demás, es una responsabilidad del emprendedor. Una que involucra ordenamiento general de la vida y las rutinas que la componen.

Estas son algunas recomendaciones necesarias:

1.- Nadie escoge la familia en la que nace. Pero la decisión más importante que existe en la vida es determinar con quién se formará una nueva familia.

Si esta premisa tiene aplicación universal en las relaciones familiares, cuánto más para el emprendedor.

Si en la pareja no existe un mínimo de compatibilidad en el entendimiento de la vida “entrepreneurial”, las condiciones no son favorables de inicio y pueden complicarse a medida que el tiempo pase.

Para el emprendedor, el factor que determina la seguridad y prosperidad que alcanzará en la vida no se encuentra en su entorno, está ubicado “entre sus dos orejas”. Su tarea no sólo está dirigida a conseguir prosperidad con lo que crea, también permitir que otra gente alcance ése estado merced a lo que él hace. No sólo termina siendo responsable de sus propios hijos, también de las personas que colaboran con el emprendimiento, y en consecuencia de los hijos de ellos. Tomar consciencia de esto no es sencillo para el emprendedor y sus relaciones familiares.

Existirán quienes no puedan procesar esto, y ellos no constituyen la compañía apropiada que el emprendedor precisa para realizar el viaje.

2.- El emprendedor debe entender y asumir que las relaciones familiares son un elemento vital para que alcance sus propósitos.

Posiblemente no sea correcto afirmar que sin un ordenamiento de los intereses familiares el emprendimiento fracase, pero es correcto aseverar que el grado y calidad del éxito están relacionados con ello.

Los “lobos solitarios” no funcionan en el emprendimiento. Carecen de la energía y motivación necesaria para llegar lejos.

Las responsabilidades del emprendimiento se inician en el círculo familiar próximo. Esto vale más que la idea o la visión del negocio.

Al emprendedor le es necesario conquistar primero el entendimiento y apoyo interno para trabajar luego con los aspectos externos. Mientras más cohesión exista en este punto más fortaleza tendrá el proyecto.

3.- Debe existir un importante compromiso del círculo familiar con el emprendimiento.

En algunos casos la familia comparte explícitamente las tareas del emprendimiento y ello garantiza más el compromiso. Pero si ésta no es la situación, debe conseguirse como mínimo que el círculo familiar conozca bien la tarea a emprenderse y esté periódicamente informada de su desenvolvimiento. Esto es fundamental para las situaciones o los ciclos desfavorables que se enfrenten.

4.- Debe ordenarse con mucho esmero la vida en casa. Allí se evidencia la calidad de las relaciones familiares que sostiene el emprendedor.

El emprendimiento, al menos en sus etapas iniciales, es casi una extensión del hogar y la familia.

Es una situación parecida a la de una casa que recibe huéspedes por un largo periodo de tiempo. Las rutinas cambian, existen detalles que atender, las costumbres deben ajustarse a la situación, etc.

La vida familiar se entremezcla con el emprendimiento en formas incómodas, y se anula ésa saludable división entre el trabajo y la vida en casa.

Dado que el hecho es inevitable, demanda esfuerzo y madurez por parte de los miembros de la familia. Es conveniente establecer momentos y espacios en los que se compartan intereses ajenos al negocio. Salir de casa cada vez que fuese posible, evitar visitas frecuentes al lugar del trabajo, etc.

En otros oficios, es la dinámica de éstos la que define el orden en el hogar. Habitualmente con horarios de trabajo determinados, días específicos, posibilidad de activar y desactivar el enfoque laboral, etc. Para el emprendedor la situación es distinta. Es él quien debe determinar el sistema de vida en casa, acomodándolo a la dinámica que tiene el negocio, y sin que ello concluya por afectar los intereses domésticos.

5.- Los presupuestos de dinero para el sostén de la casa y la familia deben ser flexibles.

Es frecuente que el emprendimiento no proporcione ingresos que puedan considerarse “fijos” para los gastos familiares. En muchos casos no otorgará ingreso alguno, y en otros tantos los demandará. La vida en casa debe ajustarse a esta realidad. Y ello solo se consigue adoptando mecanismos flexibles de previsión de ingresos y gastos. Esto toma la forma de un “caos organizado” o un “desorden controlado”. Pero rara vez se asemeja al ritmo de otro tipo de oficio. A veces no será posible pagar alguna obligación y en otras será necesario cortar algún servicio o expensa.

Son realidades poco ortodoxas para los patrones culturales existentes. Por ello su tratamiento no le está reservado a cualquiera. Hay personas incapaces de atrasar el pago de una obligación y soportar los reclamos que se produzcan por causa de ello. O despojarse de algo con la misma naturalidad que tuvieron al adquirirlo.

Si bien es cierto que el emprendimiento puede proporcionar ingresos familiares como pocos salarios podrían hacerlo, son las condiciones opuestas las que muchas veces se ignoran.

6.- La “casa propia” es una inversión que se considera desde el punto de vista financiero. Esta consigna puede afectar las relaciones familiares del emprendedor.

El entendimiento y la cultura popular a este respecto carecen de flexibilidad. Es un tema sensible al interior de los intereses familiares. La “casa propia” está asociada tradicionalmente al factor de seguridad de la familia. En tanto que para el emprendedor puede ser solo un caso de evaluación financiera.

Tomando en cuenta que las cosas en el emprendimiento pueden ir mal, las decisiones respecto a ésta inversión ocasionan fracturas en las relaciones familiares. Todo está condicionado por la estructura de valores que tienen las personas.

Caso parecido es el de la casa propia u otros bienes familiares que se utilizan como colaterales para financiar el negocio. Si se fracasa, constituyen golpes de alto impacto en la familia. Y la única forma de superarlos se encuentra en el entendimiento previo y el nivel de tolerancia que se haya conseguido construir para el soporte de la actividad de negocios.

Está bien que el emprendedor tenga claro que el negocio es un Activo y como tal constituya la mejor alternativa para velar los intereses de la familia. Pero es indispensable que esta convicción sea transmitida a todos por medio de orientación paciente y cariñosa.

7.- Siempre hay que estar preparados para el fracaso.

El éxito es el producto de una suma importante de fracasos.

Si algo puede, en definitiva, calificar la naturaleza misma del emprendimiento es el fracaso y todo lo que lleva consigo. Desde la frustración hasta la pena profunda.

El emprendedor no es una persona experta en alcanzar el éxito. Es una experta en superar fracasos.

La sensación de pérdida asociada al fracaso puede ser dura para el emprendedor y sus relaciones familiares.

A nadie le gusta fracasar o perder dinero. Pero éste es un hecho íntimamente relacionado con la actividad que se ha escogido. Es difícil, y sin embargo por ello mismo tiene valor.

En la vida no se consigue nada extraordinario haciendo cosas ordinarias. Las cosas fáciles las hace todo el mundo. Pero son las difíciles y dolorosas las que proporcionan mayor beneficio.

El emprendedor entiende esto desde el momento que toma las decisiones fundamentales. Pero es su responsabilidad hacer que el entendimiento se extienda a la familia, quién terminará sintiendo los efectos más complejos de las decisiones tomadas.

8.- El negocio no debe administrarse con el criterio de un patrimonio de la familia.

Desde que cobra forma el negocio es una entidad independiente, incluso del propio emprendedor.

Si no se pensara así no tendrían sentido los más básicos criterios de desenvolvimiento económico. Los intereses del negocio son mayores al emprendedor, y por supuesto a su familia. El negocio se debe a los clientes que sirve, a las personas que trabajan en él y a la dinámica económica que genera. El emprendedor puede ser el propietario del negocio, pero éste no es una extensión de él mismo.

Los emprendedores que manejan su negocio con el criterio de un patrimonio de la familia por generaciones lo condenan desde el principio.

Nada impide que el emprendedor, como propietario o accionista, defina en libertad sus intereses en el negocio. Pero debe hacerlo considerando que aquello que creó le supera, y en esencia no le pertenece. De esta forma conseguirá que el negocio evolucione y no sea castigado por el ímpetu del Mercado.

Sin la participación de las familias pocas veces los emprendimientos alcanzan éxito. Pero cuando se convierten en “posesión” familiar y no en célula de desempeño económico, tampoco tienen larga vida.

Twitter: @NavaCondarco

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