Enemigos de la iniciativa individual y del hombre libre

La iniciativa individual y los derechos del hombre libre no transitan por los mejores momentos de su historia, aunque parezca diferente y suene absurdo. Bajo las premisas del “derecho colectivo”, que pocas veces se entiende como la suma lógica de preciosas individualidades, se atenta contra ella reiteradamente. ¡Cuanto de ello podrán atestiguar emprendedores y empresarios!

No faltan obstáculos en el camino del Emprendedor. La tarea es una de las más complejas que existe en la vida profesional y personal.

No solo deben superarse grandes barreras psicológicas, también hay que nadar contra corriente, en soledad, con dosis significativas de paciencia y entusiasmo.

Encajando derrotas, superando frustraciones, errando muchas veces por cada acierto. Venciendo sólo después de haber conocido repetidamente los fracasos.

Bueno fuera que en éste conjunto nada pequeño de variables terminase la adversidad. Sin embargo a él se suma la embestida organizada y sistemática de una clase intelectual y política que defiende prerrogativas de ortodoxia económica y ordenamiento social que poco favorecen la iniciativa individual. Estos son los “enemigos” del Emprendedor y de toda forma de generación de riqueza que se sustente en la productividad de las personas libres.

Los defensores del interés colectivo que debe “modelarse” desde el poder por medio de “iluminados” que siempre saben lo que le conviene a todo el mundo.

Políticos, expertos “movilizadores” de inquietudes y frustraciones de la masa, consumados “populistas” que saben cómo aprovecharse de la pobreza para conseguir la supervivencia de privilegios y posiciones. A ellos no les interesa que se hable de riqueza, de independencia o libertad porque estos valores atentan su sistema de vida.

Probablemente el logro más importante que está consiguiendo la casta ideológica que dirige a estos individuos es la sutil conculcación de la libertad.

El hombre de “espíritu libre” les preocupa porque lo perciben caótico, ajeno al molde, con peligrosas propensiones al nihilismo. A pesar que muchos de sus fundamentos ideológicos se sostienen en la batalla al “statu quo”, son quienes mayor temor tienen que las cosas cambien, especialmente si ello es producto del espíritu del hombre libre.

Les gusta llamarse “revolucionarios” por la consigna de cambiar el “estado de las cosas”, pero a lo sumo quieren cambiarlas para que se ajusten a sus moldes. Han avanzado mucho en la sutil conculcación de las libertades, extrayendo savia vital de los genuinos agentes productivos para repartirla “equitativamente entre las mayorías”.

Han construido enormes e ineficientes sistemas de bienestar público que devoran recursos del erario esencialmente nutrido por las almas libres.

Ésa es la práctica moderna que han inventado para repartir “pan” al pueblo y sustentar su sentido de “justicia”. Le han dado formas tan sofisticadas al esfuerzo que ahora pueden atribuirse paternidad sobre conceptos como el Estado de Bienestar que trata de consolidarse en la vieja Europa. Sistema que cuando flaquea por la debilidad estructural sobre la que está construido, deja millones de seres en la calle. Luego atribuyen los colapsos a las clases dirigentes, a la oligarquía empresarial o el capital internacional. Sin entender que el propio sistema no solo carece de fundamentos económicos, también fomenta la ineficiencia y corrupción. Cuando alguien deja un gato hambriento al cuidado de sardinas difícilmente le puede echarle la culpa que éstas desaparezcan. Pero con cambiar el gato calculan que lo han resuelto todo. Ignorando que todo sistema económico saludable se sostiene exclusivamente en la productividad.

Cuando estos Estados de Bienestar entran en crisis dejan desamparadas a personas que no tienen desarrolladas aptitudes para desenvolverse en la dinámica del mercado. No les vale mucho el conocimiento y experiencia. El título que los clasifica ya no corresponde a una experticia profesional, es sustituido por otro dramático: “en paro”.

No hay exageración al afirmar que el mundo se encuentra poblado de estos críticos de la iniciativa individual. Son por supuesto la mayoría, como cabría esperarse por lógica. Porque el pensamiento iluminado nunca emerge de la masa y de liderazgo nada saben los rebaños. Ellos forman parte de ésa “igualdad” que explica la existencia del diferente, constituyen lo ordinario que en bella paradoja pare lo extraordinario.

Al Emprendedor no le queda más que sumar ésta adversidad a las otras que debe superar en el camino.

No puede detenerse ni amilanarse.

Debe ser ésa persona diferente. Y en beneficio de todos debiéramos augurarle éxito. Porque allí se encuentra la productividad que puede sostener sistemas mayores.

Twitter: @NavaCondarco

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