La necesidad de soñar. Consejos de tu mejor amigo

“La maravillosa capacidad intelectual de los hombres no les alcanza para entender que la necesidad de soñar forma parte de su naturaleza. Y no es nada trivial. La naturaleza no hace nada al azar. ¡Los sueños existen porque son indispensables para completar la experiencia de la vida!”

(Frase y artículo extraído del Libro: Si un Perro fuera tu Maestro… 12 lecciones de vida que deja un perro antes de partir)

Cuando se quiere aprender, aparece el maestro.

¡Y vaya que los perros pueden ser grandes maestros!

Estas criaturas forman parte del entorno humano como pocas. No sólo lo completan, lo enriquecen. Difícilmente pudiera entenderse nuestra vida sin la presencia del noble animal.

Su gracia, su servicio, su compañía, hacen parte de ésta existencia que a veces resulta difícil comprender. Y sobre todo su amor. Ése eje alrededor del cual rota toda su razón de ser. Amor puro y desinteresado. Capacidad de amar sin reconocer límites, y de recibirlo como significado de vida.

Veamos los consejos de éste hermoso maestro de cuatro patas:

(Ver la Parte I: Cuando tus seres queridos llegan a casa, siempre corre a saludarlos (La Felicidad)

Toma siestas (la necesidad de soñar):

Los perros no sólo dormimos, también soñamos. Es más, la mayoría de las veces hacemos lo segundo más que lo primero. En nuestros sueños vamos donde queremos, disfrutamos cosas increíbles y no tenemos límites. Yo no tengo consciencia clara de los momentos en los que duermo, pero recuerdo perfectamente cada sueño. Y no me imagino la vida sin la posibilidad de tomarme el tiempo necesario para soñar.

¡Ay! Es tan grande la necesidad de soñar.

Soñar es la máxima expresión de libertad y el mejor remedio para el alma. Es la única forma de transportarse hasta los límites que plantea la imaginación y enriquecer la visión del universo. Este regalo que viene asociado a la vida existe para ser usado en abundancia. No tiene costo, no requiere esfuerzo y nunca se agota.

¿Se habrán preguntado alguna vez los seres humanos porqué tienen la capacidad de soñar?

Si el hombre no tuviera la capacidad de soñar sería un prisionero perpetuo del tiempo y del espacio. Y experimentaría su destino como quién viaja por una carretera construyendo cada trecho a medida que avanza.

Son los sueños los que lo liberan y le permiten crecer a una altura privada al resto de la naturaleza.

Cuando el hombre sueña crece, no se limita, y no pone en riesgo nada, especialmente ninguna de sus otras capacidades. Suponer que el niño que sueña reduce por ello sus aptitudes para enfrentar “la vida que le toca”, es lo mismo que suponer que al usar los brazos pone en riesgo su capacidad de caminar.

Los sueños son una función natural que nada priva y en nada afecta a las demás.

¡Ay! La necesidad de soñar.

Cuando el hombre entienda la importancia vital de su capacidad de soñar y la haga parte activa de su vida, cambiará su existencia.

En los sueños todo es posible, y esto es lo primero que el hombre necesita reafirmar en el fondo de su psiquis: la posibilidad.

Un mundo de gente insegura es un mundo de pobreza.

Los hombres que sueñan son los que precisamente han hecho posible la realidad.

Almas muchas veces turbadas e infelices por la fatiga de nadar contra la corriente. Un niño soñó con ser astronauta antes de serlo. Otro soñó con una nave submarina antes de construirla. Y en los páramos abiertos y sin fin de la imaginación, alguien sueña hoy con la cura para la enfermedad que mata sin remedio.

El presente es  producto de los sueños del pasado. Y el futuro se gesta ahora en las mentes de esos seres libres que aún quieren soñar.

¡Ay! la necesidad de soñar.

Quiero que las personas tomen siestas y le quiten un poco de tiempo a ésas vidas que llevan en inmaculada rutina. Que se recuesten donde prefieran y sueñen hasta alcanzar aquello que desean, eso que quieren hacer desde el fondo de sus corazones.

Que viajen por todo el espacio. Sin peso y sin tiempo. Conozcan y disfruten del horizonte ilimitado, de la naturaleza en toda su pureza. Sientan los olores del campo, la humedad de la hierba, el calor del sol que no molesta, la sensación del frío que invita a la intimidad.

Que vean a las personas que aman allá donde quieren verlas. Vuelen junto a ellas. Se abracen entre las nubes sintiendo el roce de las gotas de agua en las mejillas. Que conozcan a sus nietos que aún no han nacido, y a los hijos de éstos. Vean el fruto de su propia vida después que ésta haya concluido. Que se encuentren con aquellos que ya han partido y revivan emociones, conversaciones, abrazos.

Porque en los sueños no existen recuerdos, todo es vida plena.

Que tomen chocolate caliente con Goethe o un buen vino con Mozart. Compartan un tiempo en el estudio de Picasso o se sienten a escuchar el sermón del monte.

Que se olviden del dolor o de la pena, y que entiendan que ellas forman sólo una parte de sus existencias. Porque igualmente pueden subirse a los hombros del éxtasis y recorrer la campiña. O mecerse en los brazos de la más profunda alegría mientras escuchan las notas de su melodía preferida. Y mientras sueñan con todo esto, que finalmente pierdan la consciencia y duerman.

¡Ay! La necesidad de soñar.

¿Será razonable suponer que alguien saldrá de esta experiencia en peor estado del que entró? ¿Podrá decir alguno que se sintió mal o que se le hizo daño?

Por el contrario, los perros salimos de nuestros sueños llenos de amor por todo el mundo, con la felicidad moviendo frenéticamente nuestras colas. Y eso aun tomando en cuenta que carecemos del poder que tiene la imaginación de las personas. Y de sus vivencias, y de sus recuerdos.

Así también saldrán los hombres. Con renovadas energías. Limpia el alma de pesares, y dispuesto el espíritu para el milagro.

Los sueños no trabajan en el campo estéril de la resignación.

Suponer que sueñan los que se han resignado a ello es una completa estupidez. Triste es más bien el caso del hombre que ha resignado sus sueños. Porque ellos son los únicos que podrán acompañarlo, sin falta, hasta el último de sus días sobre la tierra.

Son tan peculiares los humanos que incluso sus formas de medir lo más básico son absurdas. Ellos miden la pobreza de acuerdo a lo que cada cual tenga para comer, para vestir, para educarse y para mantener a sus hijos. Luego se encargan de proveer esto o de enseñarle a la gente como conseguirlo. Con mucho esfuerzo entienden que la verdadera pobreza se encuentra en el interior. Y que ésa otra que miden es sólo una consecuencia de ésta.

Porque no existe hombre que carezca de algo si tiene por dentro lo elemental para entender la vida y enfrentarla.

En éste sentido, miserable es quién carece de sueños, porque éstos son dínamo del deseo, motor básico de la sana ambición.

¡Ay! La necesidad de soñar.

Nadie sueña con la pobreza, con el dolor, con el sufrimiento. Y por éste milagro de soñar se consigue, más bien, establecer las diferencias.

Cuando los perros tenemos una jornada muy pero muy difícil (de ésas pocas que también nos tocan), decimos que “hemos tenido un día de humanos”. Cuánto espero alguna vez escuchar que mis amos digan “hoy he tenido un día de perros”.

Ese será el momento que entienda, entre otras cosas, que están empezando a soñar. O para verlo de otra forma, que están aprendiendo a tomar una buena siesta.

Extraído del Libro: Si un Perro fuera tu Maestro… 12 lecciones de vida que deja un perro antes de partir)

Twitter: @NavaCondarco

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