Cómo motivar a las personas. La Mente Motivadora

¿Cómo motivar a las personas? En el propósito de responder esta pregunta, la mente motivadora entiende, en primer lugar, que los grandes objetivos y las tareas trascendentes requieren del concurso colectivo. El individuo que desea alcanzar la grandeza se sabe dependiente, pero en el orden de alcanzar objetivos que no le están habilitados al esfuerzo individual.

En este sentido reconoce que hay un mundo de recursos que puede utilizar para su provecho, y se orienta a dinamizarlos por medio del estímulo y la inspiración.

(Extracto del libro “El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales“)

La mente motivadora es ambiciosa como pocas. Pretende y aspira. Visualiza cumbres de difícil acceso, objetivos que nadie podría alcanzar sin el concurso ajeno. Esto es lo que la diferencia de otros enfoques mentales: la visión de la grandeza, la convicción de la posibilidad.

En la concepción de ésa visión, la mente motivadora sabe desde el principio que depende del concurso de otros para alcanzar lo que quiere. No rehúye la dependencia, más bien se apoya en ella como factor facilitador de lo que pretende.

Tiene clara una verdad que la naturaleza grita desde todos sus rincones: el poder del colectivo, la fuerza del grupo. La mente motivadora se sabe limitada, y en ésta realidad echa raíz para alcanzar, con solidez y energía, el concurso de los demás. De la misma forma que lo hace un árbol que extiende sus ramas para capturar los rayos del sol.

La mente motivadora entiende algo más en la lógica de cómo motivar a las personas: no se puede recurrir al apoyo de otros sin que éstos tengan la disposición de hacerlo. Sin que en realidad DESEEN concursar.

¡Importante detalle!

Existe diferencia en la calidad del esfuerzo de quién hace algo porque debe y aquel que lo hace porque quiere. Quién motiva busca esto último. Reclama el compromiso con los objetivos, cual si fuesen propios. Esto diferencia al motivador del líder, el jefe, el organizador o aquel que solo dirige.

Y valga en éste punto establecer la diferencia entre mente motivadora y líder. Porque no son lo mismo. ¡Puede existir un líder sin mente motivadora! Puesto que carecer de ella no priva de la posibilidad de organizar, dirigir y alcanzar resultados con el grupo.

La motivación tiene grados. Y por otra parte no es el único vehículo para activar el esfuerzo y concurso de los demás.

El líder efectivo tiene muchas herramientas para desempeñar su rol:

  • El diseño del sistema del trabajo
  • Los incentivos
  • La organización del grupo
  • El ordenamiento de los elementos de apoyo
  • La formación del espíritu de cuerpo
  • El aprovechamiento de aptitudes y habilidades distintivas de los miembros
  • El culto del esfuerzo y la virtud
  • El ejemplo en el comando de aquello que debe hacerse,
  • Etc.

La motivación es apenas UN elemento que gestiona el líder, pero no siempre el factor central o preponderante. Al menos no en el grado que existe en la mente motivadora.

Por otra parte, quién motiva siempre ejerce liderazgo, presente o ausente. Porque en él se explica la existencia del ESTÍMULO que hace operar al grupo.

La mente motivadora constituye la razón que guía las acciones de los demás. El motivo que activa los esfuerzos involucrados.

En primer lugar, la mente motivadora sabe perfectamente lo que quiere. Tiene idea clara del objetivo que pretende alcanzar y la forma en que esto debe hacerse. Domina el objeto de trabajo, lo conoce en cada detalle. En esto derrocha técnica, análisis, método. No vende humo. Si bien se distingue en el COMO alcanzar los objetivos, tiene primero muy claro el QUÉ quiere.

La motivación que no logra introducir en un cauce el esfuerzo y compromiso de los demás, es estéril.

La identificación y construcción del cauce llevará al objetivo que se quiere, una vez que en él se viertan las aguas del concurso de los demás. Este “cauce” es un plan. Uno bien definido. Uno que la mente motivadora domina como nadie, desde el principio hasta el final. Cuando eventualmente alguien pierde el norte o se desvía del cauce, ella corrige, ajusta y se asegura que todo tome rumbo de nuevo.

Quién asume que la mente motivadora trabaja más cerca de las musas o las aristas psicológicas que hacen al comportamiento humano, se equivoca. La mente motivadora tiene el perfil técnico de un hombre de negocios, de un ingeniero que diseña minuciosamente una estructura y luego desata la energía de los demás para construirla.

El arte de cómo motivar a las personas lo practicó Ferdinand de Lesseps al visualizar el futuro Canal de Panamá y encauzar esfuerzos para construirlo. Y Walter Von Braun para materializar sus sueños de conquistar el espacio. También Winston Churchill al aunar los esfuerzos de su gente para enfrentar la agresión nazi. Y Mahatma Gandhi para conseguir la independencia de su pueblo.

Ninguno de estos hombres era solo un motivador. Todos conocían perfectamente lo que querían y la forma de conseguirlo.

Desde la claridad del objetivo y la forma de alcanzarlo, la mente motivadora recurre al apoyo de los demás. Ése apoyo del que se sabe dependiente.

Entonces comienza a desarrollar los estímulos para conseguir el concurso. Forma el equipo de gente motivada para trabajar en el emprendimiento, y llena el cauce que llevará la nave al objetivo.

Sin estímulo no existe cómo motivar a las personas, de esto se trata todo.

Nadie se activa en un propósito y contribuye con lo mejor que tiene sin tener un claro estímulo para ello. El estímulo es la chispa que enciende el fuego. Todo lo demás es oxígeno que aviva la flama: dirección, trabajo en equipo, organización e incluso incentivos.

Ésta es otra diferencia importante en el universo de la mente motivadora: no es lo mismo un estímulo que un incentivo.

El incentivo es una recompensa, un premio que puede alcanzarse como producto del esfuerzo. El incentivo siempre está “adelante”, allá donde podrá tomarse una vez que se llegue. En muchos sentidos el incentivo es como ésa zanahoria que se cuelga de la frente para condicionar la marcha. Todo incentivo tiene poder, por supuesto, principalmente si está bien alineado con las expectativas de la gente y constituye importante elemento motivador.

Pero el estímulo es otra cosa. No constituye un punto al que se puede o se quiere llegar. Es un punto del que se parte, un elemento que explica la activación y el sentido de la marcha.

La noción de estímulo encuentra su raíz en el vocablo latín stimulus. Uno de cuyos significados es aguijón. ¡Bendita palabra! Porque permite entender todo. “Un factor que consigue generar en un organismo una reacción FUNCIONAL, un impacto o influencia sobre un sistema”.

La noción de estímulo está vinculado al verbo estimular. Que significa provocar la concreción de algo, o dar inicio a una actividad, labor, operación o función. El estímulo, en resumen, provoca y da sentido a una acción.

La mente motivadora trabaja con estímulos, de esta manera pone en marcha aquello que quiere.

Eventualmente puede recurrir a incentivos para garantizar el ritmo de la marcha o la optimización del tiempo. Pero el estímulo es el móvil que activa la función. El “aguijón” que pone en marcha todo.

En tanto los incentivos pueden provocar frustraciones y cálculos premeditados, el estímulo recuerda siempre la necesidad y el deseo de la acción. El estímulo es ésa chispa que activa el fuego y determina el cómo motivar a las personas.

Los deseos, las capacidades y los potenciales humanos están muchas veces dormidos, o “anestesiados” por las condiciones que establece la vida. El “aguijón” se encarga de “despertarlos” y encauzarlos al propósito que sostiene la mente motivadora.

De capacidades, deseos y potenciales “inactivos” está lleno el mundo en cada rincón. La humanidad se encuentra aún lejos de la “mejor versión de sí misma”. Luego, existe amplio terreno (y virgen), donde puede hincarse el “aguijón” y dinamizar las cosas que se quieren.

Ahora bien, cada quién responde a estímulos diferentes para activarse.

Todo ser humano tiene la vastedad y complejidad del universo. Luego ¿cómo consigue la mente motivadora ser eficaz para aplicar el “aguijón” entre quienes quiere dinamizar para sus propósitos? Por medio de la INSPIRACIÓN.

La mente motivadora inspira para estimular y desde allí motiva.

La inspiración tiene alcance colectivo y  no precisa, necesariamente, individualizar. Llega como el agua de lluvia a la tierra que está lista y a la espera. Contribuye para que germine la semilla y se convierta en lo que ella está destinada a ser. La mente motivadora solo precisa identificar el campo fértil y regar la inspiración. Éste es el estímulo que activa la función y todo el proceso.

¿Cómo motivar a las personas a través de la inspiración?

Exponiendo las posibilidades y capacidades que existen entre aquellos a los que quiere motivar. Todo se encuentra allí, solo es preciso que se tome consciencia. La inspiración consigue que se junte el deseo con la posibilidad. La capacidad con el cauce que puede tomar. El cauce con el objetivo que es posible alcanzar.

Quien inspira tiene la habilidad de mostrar todo lo que ya existe, simplemente, todo lo que ya está allí. Apenas oculto o escondido en la inconsciencia.

Dicen quienes saben, que el hombre solo necesita “despertar” para encontrarse con la mejor versión de sí mismo. Pues esto mismo es lo que hace la mente motivadora: propiciar la toma de consciencia.

No es difícil inspirar a la gente, la mente motivadora lo sabe. Puesto que existen deseos y anhelos universales en todo ser.

Es solo cuestión de mostrar que ésos deseos o anhelos pueden alcanzarse. Que cada quién haga suyo el objetivo, y entienda que tiene toda la capacidad para alcanzarlo. Esto es inspirar.

Todas las personas quieren sentirse útiles, grandes. Y la mente motivadora ofrece esta posibilidad al plantear el objetivo y la naturaleza del trabajo. Todos quieren sentirse parte de algo que trascienda sus propias limitaciones. Y la mente motivadora ofrece esto en la forma del poder que tiene la unión de muchas voluntades. Todo ser quiere alcanzar la victoria, conquistar cumbres, vencer desafíos. Y la mente motivadora lo posibilita al reunir la fuerza de muchos y concentrarla en un punto para cambiar la realidad.

Pocos son los que no sucumben a la seducción de sentirse más grandes de lo que les permite su singularidad.

Inspirar a los demás para activar el estímulo y consolidar la motivación no debería ser una tarea muy difícil o propia de mentes geniales. Para ello solo es necesario estar consciente de la dependencia. De la necesidad del concurso de los demás.

Los grandes enemigos de la mente motivadora son la autosuficiencia, la arrogancia y la lógica de sentirse dueño de la verdad.

Quienes piensan y viven así son incapaces de inspirar nada en los demás. No saben cómo motivar a las personas. Quién motiva a otros lo hace partiendo del reconocimiento de su debilidad. Busca con premeditación la fortaleza que otorga el grupo, el equipo.

Posiblemente en este sentido pueda deducirse que la mente motivadora es egoísta, curiosamente, a pesar que se fundamenta en el colectivo. Pero lo hace porque entiende que es lo mejor para sus propios intereses, y la respuesta al cómo motivar a las personas.

¡Tan débil es el ser humano solo, como poderoso en unión con los demás!

Reconocer esto es lo mismo que aceptar que un juego de poleas permite a un par de brazos levantar más peso con menor esfuerzo.

Y por último, ¿cuál es la relación entre estar motivado y motivar? ¿Dónde se inscribe la mente motivadora?

Nadie puede, y tampoco es necesario, estar motivado siempre. Esto aplica para la mente motivadora. Sin embargo existe un factor que otorga virtuosismo a todo lo descrito: la homeostasis que adquiere el sistema que una mente motivadora construye.

“La homeostasis (del griego homoios = igual, similar y stásis = estado, estabilidad) es una propiedad de los organismos que consiste en su capacidad de mantener una condición interna estable, aspecto que se alcanza compensando los cambios en el entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior…”

La mente motivadora consigue construir un grupo de gente motivada. Y desde ése punto alcanza homeostasis en el sistema. Un intercambio de energía que mantiene siempre estable la condición del todo. Cuando la motivación mengua en una parte del sistema, la interacción de los componentes compensa la falta y sostiene el conjunto.

Esto es algo que le está vedado a quién no motiva a otros para hacer suyos el compromiso con la tarea y el objetivo.

El hombre solo, por muy motivado que esté, no consigue mantener una energía estable siempre. En cambio el concurso de muchos produce homeostasis en el sistema. Porque las partes colaboran y se sostienen mutuamente.

La mente motivadora, al reconocerse francamente dependiente, finalmente construye un organismo que no depende de nadie pero responde con solvencia el cuestionamiento de cómo motivar a las personas.

(Extracto del libro “El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales“)

Twitter: @NavaCondarco

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