¿Mentor o maestro? Cómo orientar el aprendizaje en la vida

¿Mentor o maestro? Éste último se encuentra en todas partes, en cada momento y lugar donde existe la disposición de aprender, el primero, en cambio, se tiene que buscar premeditadamente.

Es un error plantearse como “modelo” solo a la persona que se encuentre en el estado que se quiere emular. Ese axioma de: “recibe consejos de quién está en el lugar al que quieres llegar” es un equívoco. En ésa disquisición se ocultan, con sutileza, las diferencias entre lo que es un mentor y lo que es un maestro.

Mentor “es aquella persona que aconseja o guia a otro en algún aspecto, y se encuentra en condiciones de hacerlo porque la experiencia o sus conocimientos lo avalan”. El mentor es un consejero.

Maestro, por otra parte, es aquel que enseña o alecciona.

Los mentores pueden ser, por supuesto, maestros. Pero estos últimos, no siempre reunirán las condiciones para ser un mentor. Y no por ello tendrán poco que enseñar.

Es importante, para el que quiera desarrollar todo su potencial, adoptar mentores como referencia y guía. Pero tiene aun más valor comprender que la vida coloca maestros cada momento y en todo lugar que se transita.

Se puede aprender algo de toda persona en la vida. Incluso de otras criaturas y de la propia naturaleza. El maestro está allá, donde existe alguien dispuesto para aprender.

Entender la importancia de contar con un mentor, es a veces más sencillo que reconocer la oportunidad de aprender siempre, de todo y de todos. Sin embargo los alcances de la enseñanza no son iguales. Puesto que quién hace de la vida y sus criaturas una escuela llena de maestros, llega más lejos.

El éxito es un estado de evaluación personal. No hay modelos universales. Por esto mismo, no existe mentor que pueda ser un guía específico. A lo sumo ayudará a que se apuntalen las expectativas, pero las tareas fundamentales siempre quedarán reservadas a cada individuo.

Por otra parte, a veces se aprende más de aquello que NO se debe hacer. El fracaso es, sin duda, un maestro de mayor envergadura que la victoria. La frustración establece el temple de la persona, y de lo profundo del miedo emergen los valientes.

Ningún mentor puede guiar el tránsito por ésas sendas. Ello solo se gana por experiencia o poseyendo la sabiduría de comprenderlo en la vida de los demás. Acá es donde el alumno encuentra al maestro.

Theodore Roosevelt, el vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, expone uno de los pensamientos más significativos de todos los tiempos:

Es mucho mejor atreverse a cosas grandes, cosechar triunfos gloriosos aún marcados por el fracaso, que aliarse con esos pobres espíritus que ni mucho ganan ni mucho sufren, porque habitan en la penumbra donde ni la victoria ni la derrota se conocen”.

Esta es la oda al hombre propositivo, la persona de acción. Ése que camina más allá de los límites que la inercia impone al sendero. El hombre grande que da el paso al frente, quién muchas veces fracasa o no conoce el triunfo definitivo.

Este hombre posiblemente no aplique como mentor, pero forma parte de ésa estirpe que decide tomar las riendas de su destino y se convierte en formidable maestro. A pesar que no hubiera alcanzado sus metas, puede ser referente de lo que no debe hacerse. Testimonio de lo que se debe evitar. Faro que orienta la acción, la proposición, la ambición, el sueño.

El hombre mediocre, aquél que vive en las “penumbras” que Roosevelt asigna a quienes no conocen la victoria o la derrota, es quién menos tiene que enseñar.

Mentor no puede ser, y maestro sólo de las causas que producen ésa actitud que debe evitarse con el mayor ahínco.

El ser mediocre no debe confundirse nunca con el individuo de acción que vive eventualmente el fracaso. La derrota definitiva, así como la pobreza, se llevan en el alma, en la mente.

El hombre con mentalidad de pobreza raramente emprende. No sólo porque evita el riesgo y la incertidumbre, también porque se encuentra satisfecho con lo que tiene, con aquello que el destino y la fortuna dispusieron darle.

En cambio el hombre de acción, aquel que “salta a la arena”, abraza la posibilidad del fracaso con la misma actitud que tiene reservada para la victoria.

Quién quiere distinguirse, aspira a ser grande y trascender en la vida, debe aprender temprano a reconocer que se encuentra rodeado de maestros.  Algunos no serán modelos a seguir, pero tendrán, seguro, cosas inapreciables que enseñar.

No todos son referentes del tipo de realización o éxito que se persigue, pero pueden aportar mucho en quién tiene hambre de conocer.

Y por sobretodo, se debe reconocer siempre al hombre de acción. No necesariamente por la situación en la que se encuentre, más bien por la actitud que orienta sus afanes. Esos individuos proporcionan las enseñanzas que coronan cualquier aprendizaje.

Cuentan que Aristóteles Onasis, en su juventud, recogía colillas en las calles para “reciclarlas” y venderlas como cigarrillos. Su estado, con seguridad, no invitaba a nadie que estuviera buscando un mentor, ¡pero que pedazo de maestro sería!

Abraham Lincoln era un leñador. Nicolás Tesla murió en la miseria. Gandhi nunca tuvo riqueza económica. El maestro más grande de la historia era solo un carpintero.

Hoy se reconoce la trascendencia de estos hombres, pero en muchos momentos de su vida pocos los hubieran buscado por guía y consejo. Entre ésos “pocos”, posiblemente aquellos que siempre entendieron que el maestro está donde se dispone el alumno.

¿Mentor o maestro? En la senda profesional el mentor proporciona ventajas incomparables. Y para la vida en general, nada mejor que ver siempre a todos como maestros.

Twitter: @NavaCondarco

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