Motivación y liderazgo. Aportes de Dwight D. Eisenhower

Dwight D. Eisenhower fue uno de los militares más célebres de la historia estadounidense, y uno de sus reconocidos presidentes. Un hombre grande en términos de motivación y liderazgo. Alcanzó fama por el comando de las fuerzas aliadas que efectuaron el desembarco en Normandía y liberaron la Europa controlada por los nazis.

Fue también el primer gobernante norteamericano que tuvo que lidiar con las particularidades de la Guerra Fría y las probabilidades de una conflagración nuclear.

Eisenhower fue posiblemente mejor militar que político. Pero en los hechos uno de los pocos hombres que ejerció ambas funciones con solvencia y protagonismo.

A él se le reconoce una de las frases más importantes que existe para describir la naturaleza del liderazgo y su íntimo vínculo con la motivación. Tan estrecho es éste vínculo que en realidad la afirmación se presenta sin diferenciar los términos.

La frase en cuestión es:

“El liderazgo es el arte de conseguir que otra persona haga algo que quieres hacer porque quiere hacerlo”.

La otra forma en que se presenta es:

“La motivación es el arte de conseguir que la gente haga lo que quieres que hagan porque quiere hacerlo”.

Dos consideraciones emergen de inmediato. En primer lugar, el hecho que liderazgo y motivación se clasifiquen como ARTES. Y en segundo lugar, que se planteen los términos casi como sinónimos.

Difícil saber cuál es la frase original de Eisenhower. Aunque probablemente las dos le correspondan y hayan sido utilizadas indistintamente. Eso importa poco. La riqueza de las afirmaciones se encuentra, justamente, en presentar la realidad como una moneda de dos caras.

La relación entre liderazgo y motivación es la misma que existe entre casa y hogar. No significan lo mismo, pero un término sin existencia del otro, tampoco “es lo mismo”.

No existe líder que no tenga capacidad de motivar a los demás. Y no existe capacidad de motivación que no concluya en liderazgo.

Ahora bien, existen diferentes tipos de liderazgo y formas varias de motivar. Pero como sostiene Eisenhower, la expresión más importante de ellas se presenta cuando el líder consigue motivar a otros para que las tareas deseadas se realicen por inquietud y deseo propio.

¡El estado ideal! El motor por excelencia de las tareas que deben cumplirse, y la expresión más sublime del arte de dirigir.

En el análisis fino se puede concluir que la demanda primordial es tener capacidad de motivar cuando se desea dirigir eficazmente a los demás. La otra cara de la medalla parece, más bien, un efecto de la primera.

Motivar no es sencillo. Pero hacerlo de forma que otros hagan lo que se quiere de ellos porque ELLOS quieren hacerlo, tiene una dimensión diferente.

En ocasiones esto se consigue como efecto de intrincadas labores de adoctrinamiento, pero la afirmación de Eisenhower no apunta a ello. Una persona bien adoctrinada puede efectivamente ver y hacer las cosas de acuerdo a las premisas de quien estableció la doctrina. Pero esto no se relaciona con las tareas emergentes y de contingencia que gestiona un líder.

Una cosa es seguir y hacer las cosas en función de una doctrina y otra hacerlo porque lo dispone el líder.

Ahora bien, doctrina y liderazgo, al amparo de la concepción de Eisenhower, coinciden en algún lugar del tiempo y del espacio. Una prueba es la de líder “davidiano” David Koresh o la masacre de Jonestown en Guyana bajo el liderazgo de Jim Jones. Por esto es mejor entender que la afirmación del general americano se distancia de la existencia de una doctrina asociada al éxito del líder.

Luego, ¿cómo se consigue motivación de este tipo y alcanzar tamaña estatura de liderazgo sin involucrar ningún adoctrinamiento?

La respuesta es simple: el “vínculo emocional” que necesariamente debe existir entre el líder y las personas que dirige.

La motivación no tiene génesis en ningún aspecto de orden racional.

Todas las personas pueden efectivamente “entender” la necesidad de hacer ciertas cosas. Pero esto no es suficiente para que las hagan en la medida de lo afirmado por Eisenhower. Hace falta que exista una profunda relación emocional entre quién imparte las instrucciones y quien está dispuesto a llevarlas a cabo como si fueran propias.

Estas son algunas de las condiciones emocionales que deben darse entre el líder y quienes trabajan con él y para él:

a) Las personas deben CREER en el líder.

Esto demanda cualidades excepcionales en el liderazgo, especialmente integridad, pero también capacidad y solvencia en las tareas que se hacen.

b) Las personas debe RECONOCER los conocimientos, habilidades y destrezas superiores del líder en cuanto a lo que precisa hacerse por el interés y bien común.

De una u otra forma, el líder debe conocer más que aquellos que le siguen. Bien en términos eminentemente técnicos, a título de la información involucrada o por el conocimiento holístico del sistema en el que se trabaja.

c) Las personas deben sentirse incondicionalmente PROTEGIDOS por el líder.

Más allá de los resultados de coyuntura. Cuando las cosas salen bien, el líder otorga TODO el reconocimiento a los seguidores. Cuando no lo hacen, el líder asume TODA la responsabilidad del fracaso.

d) Las personas debe tener una RELACION clara y sólida con el líder.

Esto supone invertir tiempo y construir una historia de las experiencias. No existe liderazgo que pueda manejarse a control remoto. La presencia física es indispensable, y el producto de ella debe ser una relación concreta. Como toda relación, seguramente no exenta de dificultades y malos momentos, pero finalmente un vínculo que une.

e) Las personas deben AMAR al líder.

¡Así de sencillo!

El amor es con seguridad el sentimiento más ambicioso que se puede esperar de los demás, y de hecho el más poderoso.

Parece pretencioso afirmar esto. Pero si se quieren encontrar respuestas genuinas al interrogante de cómo alcanzar la motivación eximia, ésta es la más sólida y completa. El amor es finalmente el sentimiento de mayor poder que hay. Y cuando está presente, es garantía para la consecución de cualquier cosa. Entre otras, la respuesta que espera el líder de aquellos que le siguen.

¿Y cómo se gana el amor de los demás?. Pues cada quién lo sabe instintivamente. Y el líder que desea llegar a los umbrales del liderazgo sostenido por Eisenhower, lo debe cultivar indispensablemente entre quienes le siguen.

El propio Eisenhower es consciente de la necesidad de construir “ésa” relación con los demás para alcanzar el liderazgo que visualiza. Otra de sus frases lo expresa con sencillez:

“El sentido del humor es parte del arte del liderazgo, de estar con la gente, de hacer que las cosas sucedan.”

Triste es en realidad el destino de las personas que carecen de sentido del humor. Y pobre el estado de quién aspira a ser líder y carece de él.

El sentido del humor es un vehículo poderoso para construir una relación con las personas. Y desde allí desarrollar fe, reconocimiento, percepciones de protección y amor.

“El sentido del humor es una actitud que permite enfrentar las diversas situaciones de la vida sin dejarse atravesar por la derrota. Como si fuese una especie de baluarte, las personas con sentido del humor son capaces de salir adelante de los asuntos más delicados dejándose guiar por la esperanza y la certeza de que las cosas pueden mejorar.” (Significado de Sentido del Humor)

El sentido del humor:

  • Ayuda a relativizar las cosas y enfrentarse a los problemas con menos miedo
  • Ayuda a ver con otros ojos los dolores que cada quién tiene enquistados
  • Sirve para mostrarse mejor frente a los demás
  • Es, finalmente, una actitud de sobrevivencia porque permite sobrellevar incluso las situaciones más dramáticas.

Los grandes dirigentes de la historia, especialmente los que alcanzaron maestría en las artes del liderazgo y la motivación, fueron todos hombres con un sentido del humor muy desarrollado. Ninguno lideró por condicionamientos de responsabilidad u obligación a la tarea, mucho menos por sentimientos de temor.

Todos construyeron una relación emocional positiva con quienes dirigían. Y desde allí alcanzaron identificación, solidaridad y respuestas incondicionales.

Esto no quiere decir en forma alguna que el trabajo de dirección se tome a la ligera:

“Toma siempre tu trabajo con seriedad, pero nunca te tomes muy en serio a ti mismo”. (Eisenhower)

Estos son los elementos que explican la incuestionable relatividad de las cosas en la vida. Y el liderazgo se encuentra entre ellas. Nada es absoluto en el arte de dirigir a los hombres. Las cosas se deben hacer con responsabilidad y esmero, pero en el marco de la mayor distensión posible. Esto provoca respuestas positivas en los llamados a realizar las tareas que se precisan.

El líder que describe Eisenhower no califica la labor de su gente en función del resultado. Este puede ser, ora positivo, ora negativo. Lo que se califica es la actitud de quienes desempeñan la labor e invierten en ella lo mejor que tienen. Los resultados son una consecuencia.

El líder que evalúa estrictamente resultados se convierte en juez y deja de ser líder.

Si en algo demanda Eisenhower rigidez e inflexibilidad, es en la integridad que debe tener quien lidera. No lo presenta como un “absoluto”, porque ello escaparía a las capacidades humanas. Pero lo plantea como requisito incuestionable:

“La suprema cualidad del liderazgo es de forma incuestionable la integridad. Sin ella, ningún éxito real es posible.”

Ahora bien, la construcción de integridad es seguramente una labor de toda la vida. Pero igualmente lo es el afán de constituirse en un líder de la estatura que plantea el general americano. Estas no son cualidades con las que alguien llega al mundo. Son virtudes que deben desarrollarse a lo largo de la existencia que se desea tener.

El propio Eisenhower lo admite afirmando lo siguiente:

“Una cualidad que puede desarrollarse con estudio reflexivo y práctica es el liderazgo de los hombres.”

Ya peca de insustancial ésa vieja discusión acerca de si el líder nace o se hace.

El liderazgo que propone Eisenhower está lejos de ser una condición innata. Hace falta dedicar una vida entera para abrogarse el derecho de afirmar que se es un guía de hombres dispuestos a realizar lo que se quiere de ellos porque así lo quieren ellos mismos.

No es una tarea sencilla, no está reservada a todos. Forma parte de lo extraordinario que construye este mundo.

Tampoco todos aquellos que se lo propongan alcanzarán las cumbres en el ARTE de liderar a los hombres. Muchos quedarán en la periferia. Pero el esfuerzo habrá tenido el valor de cada instante que en él se haya invertido. Porque como el propio Eisenhower se encargó de aclarar:

El éxito resultará siendo siempre un viaje, no un destino.”

Twitter: @NavaCondarco

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