Necesitas un abrazo. Eso es todo

Es tan sencillo como eso. Necesitas un abrazo, nada más. Luego puedes continuar camino con el vigor de siempre. Pero quédate tranquilo, porque para recibir ése abrazo no dependes de los demás, no tienes que pedir nada a nadie. Éste abrazo te lo tienes que dar tú mismo. Es todo.

Toma nota de lo que sigue y ponlo a prueba apenas te sea posible. Después podrás reflexionar en su sentido y significado. Es un ejercicio que no tiene ningún propósito místico ni responde a terapia. Es, como lo diría el Pingüino Amarillo, un pequeño “truco estratégico”.

El ejercicio.

Siéntate en algún lugar con la espalda recta y cierra los ojos. Relájate. Suelta todo el cuerpo, empezando con la mandíbula (ésa que crispamos permanentemente, como un desafío a la vida). Relaja los hombros, brazos y torso. Luego la cadera y las piernas. Recorre hasta el último dedo de cada pié. Respira suavemente mientras haces todo esto.

Olvida un instante todo lo que existe en tu vida. Regálate este momento. ¿Cuánto tiempo inviertes y pierdes en otras cosas todos los días? Estos minutos son tuyos, protégelos con celo. Tienes todo el derecho del mundo de tomártelos. ¡Todo el derecho! Suficientes cosas das y, posiblemente, otras tantas tomas. Pero éste tiempo te lo regalas a ti mismo. Y eso tiene otro valor.

Tu mente divagará desde el primer instante que cierres los ojos. Es normal. La mente ha sido diseñada para eso. Es como un radar que no deja de buscar y analizar cosas en un  horizonte que solo ella aprecia. Ésa es la forma que tiene de protegerte, aunque en los hechos solo concluya por abrumarte. Igualmente, trátala con cariño, cada vez que empiece a divagar, enfócala de nuevo en tu respiración.

Cuando ya te sientas relajado y concentrado, traslada tu memoria a algún momento de tu pasado que tenga mucho significado para ti. Una de ésas experiencias que afectó tu vida y te hizo sufrir, de una u otra manera. Visualízate. Recuerda lo que sentías y trata de vivirlo nuevamente. Eras más joven, posiblemente un niño, una niña. Sufrías y sentías dolor por algo que solo tú conoces. Estás ahora con él, con ella, nuevamente, por unos cuantos segundos.

Acércate despacio a ése tu YO-PASADO y dale un abrazo.

Con todo el amor del mundo, y mucha comprensión, que no es lo mismo. Porque el amor se entrega a veces sin entender. Sin embargo tú sabes lo que está pasando ésa persona, por eso le das un abrazo lleno de comprensión.

El abrazo entrega consolación. Le dice al otro que todo está bien. Que la dificultad pasará. No hay ningún final, todo es un principio. Que hay un futuro que le sonreirá. Abraza fuerte a tu YO-PASADO, con alegría. Estás llevando una hermosa noticia: el sufrimiento y el dolor no existen en su futuro. Tú lo sabes, porque ERES ese futuro.

Después de dar ése abrazo sentido, retorna al presente. Mantén los ojos cerrados. Respira unos instantes conscientemente y recupera balance. Luego, y para terminar, recibe un momento a tu YO-FUTURO. Míralo. Es una representación de aquello que quieres ser. Tú, en el futuro. No tienes mancha, eres la manifestación de todo deseo y esperanza. La imagen viva de lo que deseas ser.

Ahora acércate a tu YO-FUTURO y dale un abrazo.

O para decirlo mejor, deja que él o ella, te de un abrazo. Siente lo que eso significa. Dejaste un poco de ti con el abrazo a tu YO-PASADO, y ahora lo recuperas. No estás dando, estás recibiendo. Disfruta unos momentos ésa sensación. El mensaje es claro: todo está bien, nunca existió necesidad de preocuparse, todo tuvo sentido, siempre.

Respira hondo y abre los ojos.

¡Esto es!

Acabas de jugar con tu mente, como ella lo hace frecuentemente contigo. Y si te has esmerado en el ejercicio igual que ella se aplica contigo, le has ganado la partida. ¡Te sientes mejor! Y lo estarás más cuando repitas la experiencia con cada evento sensible de tu pasado. Esos que dejaron heridas (pequeñas y grandes), donde a veces corre la traspiración.

El abrazo que te das tiene muchas connotaciones. Todas lógicas, pero ignoradas la mayoría en el torbellino de la vida cotidiana. A saber:

1.- Es una muestra de cariño.

Sí. De cariño para ti. ¿Sabes que no eres muy cariñoso contigo mismo? Eres duro, implacable muchas veces. Tienes una vara corta para medirte, más severa de la que tiendes a los demás. Éste abrazo es una manifestación de cariño exclusivamente para ti, y como tal no tiene desperdicio.

2.- El abrazo a tu YO-PASADO es un reconocimiento de tu victoria.

¡Trascendiste momentos difíciles y contrariedades! Eres una prueba de que la vida continúa.  A veces se percibe el fin de un camino cuando es solo un recodo que lleva la ruta por otra parte, y por buen motivo.

3.- Y el abrazo de tu YO-FUTURO refrenda lo mismo que el pasado: la vida continúa, siempre.

Lo que hoy pesa y agobia, luego será una explicación, un justificativo, o solo una anécdota. Tu YO-FUTURO te dice lo que mismo que le manifiestas a tu pasado: tranquilo, no sufras, todo pasará. Las cosas serán, finalmente, como las deseas.

4.- Los abrazos son una reafirmación para la fe que tienes en ti mismo.

Con esto sucede lo mismo que con un collar de perlas guardado en la cartera. Está allí, pero obra distinto cuando se luce en el cuello. La fe en uno mismo a veces queda oculta, da la impresión que se ha perdido, pero está allí, y el abrazo la pone en evidencia.

5.- Por último, y por sobre todo, los abrazos ponen de manifiesto el amor propio.

Ése que tienes por ti mismo y es tan difícil de expresar. No es igual el abrazo de otras personas o la manifestación de cariño de los demás. El amor propio está por encima del resto. Nada sabe del amor quién no se ama primero a sí mismo, y poco se puede dar a otros de lo que se tiene escaso.

Es increíble lo que puede hacer una persona que tiene fe en sí misma y se ama. El mayor impedimento para la realización es siempre éste: la falta de seguridad y confianza. Cuando se supera esto, el potencial humano florece.

La mente tiene el propósito de hacerte sentir inseguro, porque de esa manera te protege. Es un rol que se remonta al origen de la especie y nos ha permitido sobrevivir. Nuestro entorno, sin embargo, ha cambiado más rápido que nuestra mente. Ya no existe la amenaza de un tigre a cada paso, ni la necesidad de huir de una tormenta. Pero la mente sigue obrando igual, y así mantiene dominio.

La falta de confianza y seguridad en uno mismo es el resultado principal de ésa labor que la mente desarrolla aplicadamente, y de allí, el deterioro del amor propio. Sin estos dos, el ser humano se convierte en una criatura pequeña.

Tu YO-PASADO es, en muchos sentidos, una víctima de ése celo de la mente para “protegerte”. Sufriste y sentiste dolor por muchas cosas que parecían trascendentales. Luego todo pasó. Y si no quedaste irremediablemente marcado por las experiencias, te diste cuenta que sucedió por buen motivo.

En teoría todo debería terminar de esta manera: tuviste malas experiencias, las procesaste y el tiempo hizo lo demás. Ahora eres otra persona. Sin embargo la mente no opera así. Te recuerda con frecuencia las cosas que sucedieron, y te advierte que los inconvenientes se pueden repetir. Reanima incansablemente angustias del pasado y las proyecta en el porvenir.

Si tomas consciencia de esto, tienes todo el poder para actuar y detenerlo.

Y una buena manera de hacerlo es recurriendo a las mismas mecánicas que la mente utiliza. “Trasládate” a tu pasado y demuéstrale (a ése tu YO), que todo está bien. Hazlo cuantas veces sea necesario. No hay margen de error en esto. Tú mismo eres la evidencia del triunfo sobre los eventos pasados.

Y en un acto de renovada fe, proyecta esto mismo con tu YO-FUTURO.

Hazlo con cariño, porque ninguna otra forma está justificada en el trato que te tienes que dispensar. Hazlo con un abrazo, eso es todo lo que necesitas. No es un acto místico ni una interpretación metafísica, eres simplemente tú, atendiéndote como corresponde.

Twitter: @NavaCondarco

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