Paciencia con uno mismo, la virtud más importante

La paciencia es evidentemente una virtud y poco hay por comentar sobre ello, sin embargo vale la pena profundizar sobre lo que representa la paciencia con uno mismo como ventaja competitiva. Especialmente  para los profesionales que se desenvuelven en las dinámicas del mercado.

Se argumenta mucho sobre la importancia de la paciencia respecto a externalidades que deben enfrentarse en la vida, pero poco se dice sobre la que corresponde a uno mismo.

Se puede efectivamente ser paciente con “muchas cosas”, pero si ello no tiene raíz en la paciencia con uno mismo, constituye un acto desgastante, costoso y de alcance limitado.

Ser una persona paciente y actuar con paciencia son dos cosas diferentes.

En la primera, la paciencia constituye un hecho estructural, en la segunda es una función que se pone en práctica por criterios de utilidad en el corto plazo.

Las personas inteligentes y maduras entienden que deben actuar con paciencia, pero no por ello pueden afirmar que son pacientes. De igual forma, alguien puede aplicarse mucho en ser eficiente, pero el solo esfuerzo no lo califica.

El desafío radica en construir paciencia hacia uno mismo. Esto define la calidad del trabajo que se hace, la consecución de los objetivos y una distinción competitiva que pocos pueden alcanzar.

La dinámica del mundo moderno no debe enfrentarse con una dinámica de carácter proporcional. ¡Esto es imposible! El ser humano tiene limitaciones que no poseen los sistemas. Interactuar con ellos tratando se “seguir el ritmo” es absurdo.

La forma efectiva de actuar en la vorágine que constituye la realidad es hacerlo con tranquilidad. Sin afán ni premura. Reflexivamente. Trabajando con el tiempo a favor y no en contra.

Sólo así se pueden aprovechar todas las facultades que se poseen. O al menos se las puede practicar en todo su potencial.

Una persona solvente en lo que hace, verá afectada su capacidad cuando enfrente la dinámica externa sin el necesario control de sí misma. No importa cuán eficiente sea. Si trabaja al ritmo impuesto por el entorno no podrá ejercer su potencial y será menos competitiva que la persona que actúe con dominio propio.

La vieja enseñanza de la fábula que describe la carrera entre la liebre y la tortuga es más válida que nunca, precisamente en este mundo que se mueve a una velocidad sin precedentes. La meta la alcanza primero la tortuga, es ella quién vence la competencia. Y lo hace por una razón sencilla: porque imprime su propio ritmo. Inalterable y constante. Dependiente sólo de la maximización de sus capacidades. Limitada apenas por la naturaleza de sus posibilidades y la paciencia que tiene consigo misma.

Y si eventualmente no gana una competencia, lo hace en otras en mayor proporción que la liebre. Porque existe otra realidad que se pasa por alto: la vida está compuesta por muchos eventos. No es una competencia que involucre solo un trecho. El camino es largo. Y quién vence en un evento, invirtiendo en ello esfuerzo y energía “funcional” en vez de “estructural”, queda débil para el siguiente desafío.

Napoleón le decía a su criado: “estoy apurado, vísteme despacio”. ¡Brillante paradoja! En tanto más apuro exista, mayor la necesidad de hacer las cosas despacio, con cuidado.

Los errores cuestan mucho, y la probabilidad de cometerlos siempre es mayor con el apremio.

Ahora bien, ¿qué factor permite conseguir este tipo de rendimiento?: la paciencia con uno mismo. Ella constituye elemento regulador de la dinámica propia. Establece el ritmo y constituye el “estado” que ampara los procesos reflexivos y reduce el riesgo de los errores.

Las personas suelen ser inflexibles e impiadosas consigo mismos. Temen fallar casi tanto como el miedo que sienten por la frustración e impotencia. Cuando las cosas no marchan al ritmo que quisieran, pierden el equilibrio emocional, se tensan y desesperan. Y así los rendimientos decaen.

Se presume que el dominio propio es producto de muchas variables, pero la principal es la paciencia con uno mismo. Fundamentalmente porque es un elemento regulador.

Otras variables pueden acomodarse mejor a las circunstancias mientras la paciencia provee tiempo para los ajustes. Y si al final del evento los resultados son adversos, la paciencia prepara la situación, sin daños mayores, para la próxima contienda.

Si todo esto es importante para la vida en general, lo es aún más para el desenvolvimiento profesional.

Puesto que en él se compite abiertamente con personas que tienen los mismos objetivos. Y allí la paciencia con uno mismo se convierte en elemento que construye ventajas competitivas.

Un proverbio chino dice: “Siéntate pacientemente junto al rio y verás pasar flotando el cadáver de tu enemigo”. Pocas cosas tienen el poder de la paciencia para dirimir conflictos, justas, disputas o adversidades.

¿Cómo se construye la paciencia con uno mismo?

Al igual que otras cosas de importancia en la vida: TOMANDO CONCIENCIA. Percatándose de la necesidad e importancia de hacerlo.

Cuando se toma conciencia de algo, constituye punto de partida del trabajo para alcanzar los objetivos. En tanto el impaciente esté consciente de su defecto, inicia el camino que conduce al cambio. En tanto entienda que yerra, comienza su trayecto hacia el acierto.

Es importante considerar, adicionalmente, estas otras reflexiones:

  • El afán no es lo mismo que eficiencia, diligencia o competitividad.
  • El estrés merma notablemente las capacidades mentales.
  • La dinámica del mundo moderno es un huracán que no puede evitarse pero en el que no hay que sumergirse con la vana esperanza de sortearlo con provecho. Es necesario situarse en la tranquilidad del “ojo del huracán” y actuar desde allí mientras otros se desgastan.
  • La vida ofrece siempre OTRA OPORTUNIDAD para quién emerge íntegro de las batallas. Por mucho que las haya perdido. Por muy serio o importante que se considere un evento, no es nada más que eso: un evento. La vida es una competencia de largo aliento, no una prueba de velocidad.
  • Curiosamente, y aunque parezca una contradicción, el camino más corto y rápido para llegar a lo que se desea pasa por aquietar y silenciar la mente. No existe preámbulo más promisorio para la paciencia que la reflexión.
  • Es bueno reducir desde ya la velocidad de TODO lo que hace en la vida. ¡Sin pensarlo dos veces! La dosificación de energía es el sostén de toda ventaja competitiva.

Un mensaje personal para concluir:

¿Le dijeron alguna vez que nadie es indispensable o irremplazable en esta vida? ¡Pues no es verdad! Usted es único e irremplazable. Luego nada es más valioso que el cuidado que se dé a sí mismo. El respeto que se brinde y la paciencia que se tenga. Si usted mismo no se tiene consideración, ¿quién la tendrá entonces?

La paciencia con uno mismo es un imperativo personal, una íntima obligación y un derecho que nadie más tiene por qué suscribirlo.

Twitter: @NavaCondarco

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