Responder, nunca reaccionar. Un imperativo estratégico

Responder, nunca reaccionar. Éste es el imperativo que desde el punto de vista de la Estrategia debe regir las relaciones interpersonales, o al menos debe ser el código de conducta de la persona que quiera alcanzar ventajas competitivas y dirimir los conflictos a su favor.

El Pensamiento Estratégico siempre busca colocar al individuo en posición ventajosa respecto a las otras personas con las que exista el trato de algún asunto. Para conseguirlo exige “responder” en las situaciones que deban tratarse, nunca reaccionar.

La diferencia entre respuesta y reacción es simple. La primera es producto de un proceso reflexivo (más allá que éste sea correcto o no). La segunda involucra móviles emocionales en igual o mayor proporción que los elementos racionales.

Para la Estrategia (en todos los ámbitos en que se aplique), los factores emocionales no pueden constituir fundamento de decisiones o acciones. Lo emocional debe ser, como mucho, el vapor que active y alimente el sistema racional del que emergen los condicionamientos de la acción de los individuos.

El Pensamiento Estratégico es completamente racional. Analiza, entiende, asimila y elabora información para usarla a su favor.

Las personas y organizaciones que se conducen bajo premisas estratégicas para dirimir conflictos, triunfan siempre sobre quienes hacen prevalecer factores emocionales en sus acciones.

Por ello le plantea el imperativo estratégico de responder y nunca reaccionar a quién desea privilegiar un perfil competitivo en sus relaciones.

Una reacción, en tanto no constituya parte concreta de una respuesta, pocas veces alcanza ventaja en las interacciones. Bien sea una relación personal o una negociación importante.

Quién reacciona pierde o se debilita.

Quien responde, por otra parte, tiene control de la situación.

Una reacción se produce cuando se hace o dice algo que no se pretende., cuando la respuesta o acción no es intencional. En esto se resume todo.

La mayoría de las personas reacciona más veces de las que responde racionalmente. Esto es natural, y por ello mismo constituye gran oportunidad para quién decide actuar estratégicamente.

Las personas que alcanzan destreza en el arte de responder y no reaccionar consiguen importante DOMINIO de los eventos. Bien sean diálogos en la intimidad familiar, esfuerzos de ventas, orientaciones, órdenes, directrices, negociaciones, etc.

Quién responde, o en éste caso, quién no reacciona impulsivamente, emerge victorioso del trance que exista. O consigue el objetivo que se ha planteado.

Para comprobar el poder que tiene esto, basta ponerlo en práctica por un determinado lapso de tiempo, con esmero y aplicación. ¡Los resultados son extraordinarios! Y lo son por una razón elemental: controlar las reacciones impulsivas y dominar los excesos emocionales no es cosa común, y mucho menos ordinaria.

El que opta por responder, en lugar de reaccionar debe tomar en cuenta lo siguiente:

1.- Conocer con anticipación y profundidad a la persona (s) con la que se desarrollará la interacción.

Este conocimiento genera poder, por eso es un fundamento del imperativo de responder y nunca reaccionar. El conocimiento permite activar argumentos en consideración de lo que quiere o representa la otra parte. Y también evita tratar lo que no sea posible o viable.

Cuando el conocimiento se establece antes de la interacción, la ventaja estratégica queda consolidada.

No es costoso ni quita mucho tiempo conocer bien a la persona (s) con las que se desarrollará la interacción. Sin embargo pocas veces se lo hace con esmero. Y mucho menos considerando el inapreciable valor que la información tiene para quién actúa estratégicamente.

Por otra parte, cuando efectivamente se conoce a la persona con la que se va a interactuar, resulta sencillo suponer que pueden tomarse las medidas y recaudos necesarios para controlar la interacción como se quiere.

2.- Escuchar mucho más de lo que se hable. Esto ayuda en la lógica de responder y no reaccionar.

Privilegiar una posición pasiva en lugar de una activa. La respuesta es siempre un producto del carácter que tomen las cosas, no es una iniciativa.

El Pensamiento Estratégico aplicado a una interacción deja que la otra parte exponga sus “cartas” primero. Permite que “el otro” se desenvuelva con libertad. De esta manera conoce fundamentos, argumentos y posiciones sobre las que podrá actuar en su momento.

Aunque no lo parezca, esto es algo difícil de conseguir. Pero en ello mismo radica su ventaja estratégica.

3.- El tiempo debe ser una variable que juegue a favor, nunca en contra.

Quien tiene el tiempo en contra para hacer prevalecer un argumento se verá obligado a reaccionar muchas más veces que aquellas en las que pueda hilvanar una respuesta.

Quien tiene el tiempo en contra no debe involucrarse en una interacción de importancia. Mucho menos en una donde otros apliquen premisas de carácter estratégico.

4.- El Pensamiento Estratégico gana siempre en una interacción.

Si no gana el argumento o la posición, entonces gana tiempo. Esto es lo que permite la lógica de responder y nunca reaccionar. Por eso es un imperativo estratégico.

Si no se sabe o no se tiene una respuesta para una situación determinada, entonces se debe ganar el tiempo necesario para hilvanarla, y evitar una reacción que se encuentre fuera de control.

Ganar siempre, ésta es la premisa. Ganar un argumento, una posición o tiempo para hacer posible alguna de las dos primeras.

5.- El Pensamiento Estratégico que trabaja con respuestas, domina la pausa.

En toda interacción en la que se busque hacer prevalecer una posición o un argumento, deben activarse frecuentes y prolongadas pausas (en la medida que las circunstancias lo permitan).

La pausa ayuda a que se medite y active la respuesta. Evita la reacción descontrolada. Es el combustible de la racionalidad, de la misma forma que la premura lo es de las emociones.

6.- Quien trabaja una interacción en base a responder y no reaccionar, corrige rápidamente todo argumento o posición equivocada.

Si es la otra parte la que posee una ventaja en determinado momento de la interacción, el Pensamiento Estratégico corrige o modifica los argumentos y posiciones débiles. Éste es otro tipo de respuesta. Una que evita el surgimiento de una reacción desde posiciones débiles o vulnerables.

Toda interacción es un proceso sujeto a eventos y circunstancias. Por ello mismo completamente probabilístico. Nada está determinado en una interacción. Frecuentemente es necesario que se asuman equivocaciones y fortalezcan argumentos.

El Pensamiento Estratégico actúa de acuerdo a lo anterior, sin considerar que en ello resigne o pierda nada.

7.-  El arte de responder en lugar de reaccionar se consuma con la habilidad de anticipación. O la capacidad de prever las respuestas del otro.

Quién domina el arte de la respuesta anticipada, adopta la mecánica del 1-2-3 para controlar la interacción: 1 = primera respuesta, considerando 2 = reacción, para efectuar 3 = segunda respuesta.

Se emite una respuesta (1) SABIENDO en buena medida cuál será la reacción (2) y teniendo PREPARADA la respuesta final (3).

Este es el proceder típico de los jugadores de ajedrez. Se mueve una pieza conociendo la respuesta que ello tendrá del oponente, y teniendo preparada la segunda respuesta.

Pocas cosas tienen más poder y efecto persuasivo que las acciones (en este caso respuestas) que anticipan la naturaleza de las reacciones. Es una forma sofisticada de controlar las cosas.

La decisión de efectuar un movimiento, o poner en práctica una acción, considerando la respuesta que tendrá el oponente y calculando el subsiguiente movimiento propio, le dota a ésa decisión de una calidad que no podría alcanzar de otra manera. Le otorga poder para “controlar la situación” y evita improvisaciones costosas.

Esta es, posiblemente, la bondad final y más importante de responder y no reaccionar. Y por otra parte es el costo mayor que puede pagar quién decide no actuar estratégicamente y sucumbe a sus emociones y pasiones.

Twitter: @NavaCondarco

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1 comment

  • Si prevaleciera en nuestro proceder el pensamiento estratégico la interacción con nuestros semejantes evitaría la existencia – en gran medida – de conflictos y por ende una mejor convivencia a todo nivel. Actitud no fácil, pero con disposición y aprendizaje todo es posible.

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