¿Qué hago con mi vida profesional? La decisión correcta

¿Qué hago con mi vida profesional? Tomar esta decisión no debería ser complejo. Por el contrario, tendría que ser una de las determinaciones más naturales de la vida. Si las cosas no son así, no se debe a la dificultad de la respuesta, más bien a que no se plantea el interrogante apropiado.

En primer lugar, está claro que todas las personas tienen intención de tomar la decisión correcta sobre lo que harán con su vida. Por otra parte, existe una poderosa energía personal que se aplica para evitar el error y eludir decisiones que conduzcan a fracaso o frustración.

Por lo tanto están planteadas las condiciones para tomar una decisión de calidad. ¿Qué provoca entonces que muchas veces no se lo haga?

La razón es esta:

Las personas no se formulan la pregunta correcta para tomar la decisión.

Las preguntas habituales (pero incorrectas), que se hace quién desea definir su futuro profesional son:

¿Qué me gusta hacer?

¿Es eso lo que más me conviene?

¿Qué es lo más práctico y útil?

¿Es lo más seguro?

¿En que soy bueno?

¿Qué es lo que me conducirá donde quiero en el menor tiempo posible?

¿Cual decisión apoyarán en mejor medida las personas que quiero?

¿Qué decisión tomaron familiares, amigos y personas cercanas, y como les va?

La mente sintetiza las opciones y forma un cuadro de posibilidades. En algunos casos toma tiempo, dependiendo de la sensación de seguridad y confort de cada persona. Hay quienes se sienten satisfechos de orientar su futuro en función de lo anterior, y otros no.

Esto se debe a que ninguna respuesta a los interrogantes anteriors sobre ¿qué hago con mi vida profesional?, tiene fundamentos para garantizar buenos resultados:

1.- No siempre es posible hacer lo que a uno le gusta.

O visto por otro lado, existirán ocasiones en las que se tendrán que hacer cosas que disgusten y socaven el fundamento de la decisión tomada. Todo trabajo, dicen, tiene cosas lindas y feas, y ambas hay que hacerlas.

El “gusto” no es una energía que alimente la tolerancia para el “disgusto”. No se procesa mejor éste último por aquél. La energía que producen las actividades placenteras no alcanzan para cubrir lo “desagradable”.

2.- La pregunta sobre la “conveniencia” tiene el carácter de un albur. Responde al azar.

Porque finalmente nadie puede anticipar aquello que habrá de convenirle en las distintas etapas de la vida. Lo que conviene hoy, mañana es inconveniente. Esto responde a la inevitable relatividad que tienen las cosas.

3.- Lo práctico y útil es subjetivo.

Finalmente todo puede ser práctico o útil, de acuerdo al contexto en el que se aplique. Así sea una actividad relacionada a la antropología o el arreglo de cocinas domésticas.

4.- El criterio de “seguridad” es frágil, al menos si está relacionado a seguridad económica.

Si se trata de diferenciar la actividad de un piloto de aviones de combate y un auxiliar contable, la diferencia es lógica. Pero en materia de seguridad económica la elección es relativa. Porque no depende del oficio, sino cómo se lo lleva adelante.

5.- La actividad que puede conducir a destino en el menor tiempo posible depende de la eficacia y eficiencia con que se desempeñe la labor, y el sentido de tiempo que se tenga.

6.- Finalmente toda decisión de vida profesional que esté influida por opiniones, juicios y experiencias de terceras personas, bien sean cercanas o “modelos” a seguir, determina que se emprenda caminata con zapato ajeno.

La pregunta que garantiza la decisión correcta respecto a ¿qué hago con mi vida profesional? es:

¿QUÉ ME HACE FELIZ?

Esto es cien por ciento inteligencia emocional. Y ella es la más indicada para orientar una decisión de este tipo.

No es que la racionalidad quede exenta en el proceso, no lo estará nunca. En ciertas decisiones se puede apartar un poco el factor emocional, pero no hay una que pueda excluir a la razón. Una decisión sobre QUE hacer en la vida fundamentada en inteligencia emocional, garantiza la presencia de la razón.

Si hay alguien que piense que la pregunta ¿qué me hace feliz? puede tener una respuesta irresponsable o fuera de contexto, desconoce el carácter del ser humano como ente racional.

¿En que se fundamenta la seguridad de una decisión basada en la felicidad?

Simple: La felicidad es energía creadora y multiplicadora. La felicidad sostiene la actitud y se retroalimenta de ella. Una persona feliz tiene una actitud apropiada ante la vida y ve las cosas con lente propositivo, estoico y confiado.

La felicidad se orienta hacia lo que gusta, pero encuentra contento en otras cosas que también deben hacerse.

Una persona feliz es ALTAMENTE PRODUCTIVA. Está naturalmente estimulada y confiada. También es MUY COMPETITIVA, porque finalmente tiene la energía necesaria para encarar desafíos y superar frustraciones.

La persona feliz alcanza niveles altos de conocimiento, dominio y práctica en su oficio.

Precisa poco estímulo externo. Habitualmente constituye, más bien, un generador de motivaciones para otros. La energía que lo moviliza es interna, por lo tanto no solo se auto sostiene, también se irradia.

Pero la virtud principal se encuentra en que la felicidad es el vehículo más efectivo para alcanzar el amor. Y cuando éste se hace presente en las tareas que se desempeñan, termina perfeccionando el proceso.

La vieja cita de “amar” lo que se hace y hacer lo que se “ama” es el secreto más importante para tomar la decisión y alcanzar logros mayores en la vida.

El amor y la felicidad son componentes de un circuito que se alimenta recíprocamente. Si uno no es feliz no puede dar amor, y si no da amor tampoco lo recibe. El único amor que nutre y a la vez enriquece es aquel que se recibe como consecuencia del que se dio. Y ello sólo es posible siendo, esencialmente, una persona feliz.  La felicidad siembra amor por donde pasa y allí mismo lo cosecha.

No es nada difícil tomar decisiones de acuerdo a la premisa de la felicidad. Finalmente cada quien conoce perfectamente estas motivaciones. Pero lamentablemente no es habitual. Porque la gente tiene una inclinación natural a suponer que las cosas simples son “sospechosas” y que la complejidad de la vida demanda sacrificios y concesiones.

Para el común de las personas la felicidad está reservada a la poesía. A la excepción o lo extraordinario. Pero esto no es cierto.

Bajo cualquier criterio pragmático, una persona feliz trabaja mejor y es más competitiva.

No obedece a otro motivo que las organizaciones inviertan esfuerzos en generar “ambientes agradables de trabajo” y personas “contentas con las tareas que hacen”.

Quién está evaluando una decisión respecto a la actividad profesional que tomará n su vida, no debe dudar en guiarse por aquello que calcula la hará feliz. Todo lo demás llega agregado.

La persona que está considerando la posibilidad de cambiar un empleo o dejarlo, debe tomar la misma orientación. Sin dudar un solo instante.

En el transcurso del tiempo, ningún estado de vida que se sostenga por un criterio diferente al de la felicidad produce buenos resultados, ni personales ni profesionales.

Sacrificar la felicidad por estados transitorios de beneficio económico o “seguridad”, obedece a una visión miope de las cosas. Creer que por eso mismo se es “práctico” es peor. Porque ninguna persona que se guíe por estos preceptos podrá hacer frente a alguien feliz con lo que es y lo que hace.

Una persona feliz mira, con ojos diferentes, restricciones o adversidades.

Probablemente no tiene las comodidades económicas que brinda el pragmatismo cortoplacista. Pero no lo siente como quién hace de ello un objetivo.

La felicidad se vive “adentro”, desde allí emerge. No está condicionada por externalidades. Y a la larga concluye alcanzando TODO lo que se pensaba haber sacrificado, incluída la comodidad económica.

Alguien puede transitar las calles en un vehículo costoso, tener una casa hermosa, un gran ingreso y vacaciones de ensueño. Pero si todo ello es producto de una actividad que no lo hace feliz, es como un árbol que carece de raíces y se desplomará cuando arrecien los vientos.

Por otra parte, la vida no merece ser vivida sin el empeño concreto de buscar la felicidad.

Esto no solo es un derecho, es principalmente una obligación.

Tan equivocadas están algunas premisas, que en poco se aprecia el consejo “sé feliz” y mucho uno de “orientación vocacional”. Quienes hablan de felicidad son “tristes poetas” y quienes indican cómo hacerse millonario en cinco pasos son “gurús”.

Sin  embargo la felicidad garantiza que la vida se lleve como una poesía. Y que los millones lleguen como producto de esto. Luego, está bien encarar la vida como lo sugieren los poetas y vivirla como quieren los “gurús”.

¿Qué hago con mi vida profesional?

No hay ningún riesgo en tomar una decisión basada en la consideración esencial de la felicidad.

Por otra parte no hay porque suponer que sean decisiones difíciles. Porque cada quien conoce bien qué lo hace feliz. El reto es vencer el prejuicio, la absurda percepción de que no es sencillo alcanzar la felicidad en esta vida.

¡Por supuesto que es completamente posible! Solo hace falta tomar una decisión: la decisión correcta.

Twitter: @NavaCondarco

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