La queja repetida y sin sentido conduce a la mediocridad

¿Cuál es el sentido de una queja? ¿Hacer conocer algo que debe ser modificado o reparado? ¿Una exclamación sincera de dolor? Si no es así, la queja no es solo vana, es también una pérdida de tiempo, falta de consideración con los demás y muestra de cobardía.

Una mujer ciega

En una transitada calle de estas “modernas” e insensibles ciudades, se encuentra una mujer ciega de mediana edad acompañada de una niña pequeña.

La mujer está en una esquina con el brazo levantado, pidiendo que algún vehículo de transporte público se detenga. Con la otra mano sostiene el bastón que utilizan los invidentes, y una niña pequeña se cuelga de su ropa, muy cerca de ella, indicándole aquello que ve, guiándola en sus pasos. Ningún vehículo se detiene. Pasan los minutos y la mujer sigue igual, sin que nadie repare en su pedido. Es una calle de alto tráfico, todos tienen prisa.

Los vehículos de transporte se disputan pasajeros, pero aquellos ágiles, los que den un salto rápido, se sienten y permitan continuar viaje.

Una mujer invidente no es candidata para esto.

A medida que pasan los minutos, la niña lleva a la mujer más cerca del centro de la calle. El movimiento de los vehículos se complica porque la mujer está obstaculizando el flujo. Pero la destreza de los conductores, acostumbrados a los percances de la vía, les permite superar “el obstáculo”. Y el tráfico sigue fluyendo, sorteando a una mujer ciega que lleva tiempo pidiendo que alguien se detenga para transportarla.

Finalmente alguien ve la situación de riesgo, se acerca a la mujer y la conduce al refugio de la acera que fue el punto de partida. Algo le dice en voz baja, con rostro severo, da alguna recomendación también a la niña y se va. Cumplió su responsabilidad ciudadana: ha evitado que lastimen a una pobre mujer ciega, y también agilizó el tráfico. Lo único que no ha hecho es ayudar a la mujer a conseguir transporte.

Ella sigue parada en la esquina y vuelve a levantar el brazo,  aferrada a un bastón que no le sirve de nada, y a ella una niña pequeña que está entendiendo la vida con rapidez.

Estas personas NO se quejan

¡Que difíciles y tristes pueden ser las cosas! Cuan justificado parece que personas como ésta mujer le griten al mundo su frustración y pena, su demanda, su reclamo. Cuan entendible que levanten los ojos inermes al cielo y brote la queja desde el fondo del alma.

Pero curiosamente, este tipo de personas casi nunca se queja. No lo hacen por muchos motivos, pero son DOS los que interesan:

En primer lugar, la queja repetida se consume a sí misma y no sirve de nada.

En segundo lugar, la queja es instrumento de los débiles, y éstas son las personas más fuertes que existen.

¿Cómo clasificar al resto de la gente?

Funcionan en términos de la queja. No se les presta atención si no se quejan. ¿Por qué sucede eso? Porque reciben lo que buscan: ante la queja, respuesta; sin queja, nada.

Tienen desgastado el proceso y necesitan ser más enfáticos para obtener atención. Ingresaron en la espiral natural de la queja. Y sucede con ella lo mismo que con todas las cosas que tienen mucho uso o son abundantes: baja su valor. En tanto más se quejan, menos vale su queja, incluso la que puede hallarse “justificable”.

Con la persona que hace de la queja forma de comportamiento, sucede lo mismo que con el pastorcito mentiroso en cuya boca lo cierto se hace dudoso. Así, cuando la queja “se justifica”, la respuesta es la misma de siempre, y con ello la queja se desvanece y vuelve inútil.

La queja “sin dolor” es un desatino.

Con ella se afecta un elemento importante de protección, porque la queja es precisamente eso: un “fusible” que se activa cuando se “sobrecarga” el sistema.

El ser humano no es una piedra y  puede padecer dolor de muchos tipos. Para ello existe la queja, para expresar ése dolor y obtener ayuda. Así, la queja injustificada es un atentado a la propia salvaguarda.

¿Por qué la gente se queja “sin dolor”?, porque el umbral que tiene para soportar las dificultades es muy reducido, o porque le agrada la sensación de solidaridad que produce la atención.

Si es lo primero es muestra de debilidad, si es lo segundo una señal de cobardía. En el primer caso tiene una deuda que saldar consigo mismo, en el segundo, una con los demás.

Ser débil no constituye una falta, pero aprovechar sin justificación el cariño y consideración de otros activando quejas sin fundamento, es una forma de “succionar” energía ajena para beneficio propio, y esto es atentar contra el bienestar de quienes se interesan por uno.

Hay muchas cosas que el hombre que se queja por debilidad o de manera inconsciente debe saber:

  • ¡No vale la pena quejarse por algo que fue mal, dado que existe SIEMPRE la posibilidad de que hubiera sido peor!
  • ¿El tamaño del problema que se tiene es realmente el que se cree? Es bueno reflexionar en esto porque en alguna esquina de la ciudad el argumento puede terminar siendo, incluso, ridículo.
  • ¿Van las cosas mejor después de la queja?, ¿disminuyen los problemas?, ¿se resuelven con mayor facilidad?, ¿puede darse un sentido de funcionalidad a la queja?, es decir, ¿funciona realmente el hecho de quejarse?
  • La queja es un “agujero negro” que absorbe energía. Es precisamente el factor que genera debilidad. Posiblemente existan personas que no sean débiles, pero alcanzan ésa condición como efecto de la queja. Esta claramente debilita a los demás, luego es posible que también debilite a quién la emite.
  • ¿Qué nivel de confianza consigue quien se queja? TODAS las personas (es un síntoma de su condición “animal”), buscan SEGURIDAD. La persona que se queja no la transmite, luego no es compañía que se busque o desee.
  • Quejarse es muestra de falta de seguridad en uno mismo y ausencia de autoestima. En la vida existen dos tipos de personas: las que transitan “dando” de sí a los demás y las que lo hacen “pidiendo” un poco de todo para sí mismos. Con la queja no se da nada, y por el contrario, se pide la consideración de los demás con la actitud de un mendigo.

  • La dinámica del mundo y todo el universo no puede funcionar basada solamente en personas que demandan, luego el hombre que se queja adopta un tipo de actitud parasitaria, puesto que depende de aquellos que dan.
  • Las actitudes parasitarias, por decir lo menos, son mediocres: hombres débiles al amparo de la fortaleza ajena. La queja repetida y sin sentido conduce a la mediocridad, por mucho que la persona pueda exponer grandes conocimientos y experiencia, puesto que mediocre es el hombre más instruido si carece de la actitud apropiada.
  • Por último, es también una muestra de pobreza. Y la lógica de pobreza tiene un alcance integral, se irradia, puede comenzar en el rincón “inocente” de la queja y terminar en el lugar más profundo del bolsillo.

Ésas personas a las que la vida ha tratado con rigor, no son de las que se quejan. Si por otra parte la queja forma parte activa de la existencia de alguien, éste no está preparado para enfrentar las duras pruebas que presenta el camino.

Piense por un momento en una mujer ciega que debe pasar tiempo interminable en una esquina para tomar un vehículo que la transporte. Piense en el drama que le representa tener por lazarillo una niña pequeña que posiblemente sea su propia hija. Imagine el dolor que siente sabiendo que pocos se tomarán la molestia de ayudarla. Visualice su vida. Luego verifique que ésa mujer no se queja de su condición, porque ya está convencida que no le sirve para nada.

Finalmente mire su propia vida y saque una conclusión.

Es conocida la frase: “estaba preocupado por no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies”.

Pero en honor de la verdad pocas veces se llega a internalizar completamente la situación de los que sufren en serio. Aquellos que tienen todo el justificativo de quejarse desde el fondo del alma. Pero que finalmente NO LO HACEN, y le arrancan con coraje a la vida cada realización que ésta se resiste a concederles.

Quién sabe si aquella mujer finalmente consiguió que algún vehículo se detenga para transportarla, pero si regresó al día siguiente para hacer todo de nuevo, es seguro que TODOS los demás pueden alcanzar aquello que se propongan.

Twitter: @NavaCondarco

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