Decálogo de la persona competitiva

La persona competitiva es producto de la suma delicada de conocimiento, racionalidad e inteligencia emocional.

Cada uno de estos elementos (y los innumerables factores que los componen), definen su comportamiento. Y lo sitúan en determinada posición en relación a otras personas y profesionales que compiten por los mismos objetivos o resultados.

La competitividad tiene más de verso que de prosa. Más de poesía que de ensayo. De inteligencia emocional que de esfuerzo y conocimiento.

Este es el decálogo:

1.- La persona competitiva nunca se orienta por lo que representan o consiguen otros. Se enfoca siempre en superar su propio estado.

La persona competitiva considera el resultado como producto de SU desempeño, nunca del desempeño de los demás.

2.- ¡El hombre “ganador” por antonomasia no existe!, puesto que nadie gana siempre. Lo que corresponde es sostener una condición permanente. Una que pueda conducir con frecuencia a la victoria.

3.- No hay estado óptimo o condición idónea. El objetivo es solo construir un estado mejor que el anterior, permanentemente.

No hay “corona o laurel”, solo el premio por la victoria interna, y la satisfacción íntima de sentir el crecimiento en cada célula.

La persona competitiva corre por la vida con una zanahoria atada a la frente. Nunca la alcanza, pero disfruta de un proceso que en sí mismo es genuina victoria. Esto es algo que pocos conocen: la realidad del proceso como victoria y no solo como evento.

4.- Perdedor será siempre quién se considere un “producto terminado”. En tanto quién se entiende perfectible crece con cada victoria que alcanza sobre su condición.

Considerarse un ser perfectible es muy diferente a ser “perfeccionista”. Existe distancia entre quien se sabe honestamente imperfecto y aquel que cree que todo debe hacerse a la perfección.

5.- La competencia es más grande que la victoria e infinitamente mayor que la derrota.

La persona competitiva entiende que la competencia no le está privada a nadie, ¡todos pueden competir! Esto genera una visión del mundo llena de posibilidades. Y pocas cosas producen más energía positiva. Si es un hecho que TODOS ganarán o perderán alguna vez, entonces no son importantes la victoria o la derrota, lo significativo radica en la posibilidad de competir.

6.- La persona competitiva conoce la victoria antes de ganar, y de ésta manera nunca pierde. Esto es lo que consigue el mero hecho de amar la competencia, y aquello que ignoran las mentes mediocres.

Ganar o perder son eventualidades que suceden en la ruta, pero acontecen estrictamente a quien ha emprendido viaje.

7.- La “mejor versión de uno mismo” NO tiene competencia.

La persona competitiva sabe que todo ser humano llega a éste mundo con dones y cualidades incomparables. ¡No existen dos modelos de hombres iguales! En esto no hay comparación y no puede haber, por supuesto, competencia. Cada quién es un ganador desde que nace.

8.- La persona competitiva sostiene que el éxito está asociado a la competencia, no a la victoria o la derrota.

La obligación es competir. Y quién lo hace con ahínco, gusto y acudiendo a las virtudes de la “mejor versión que tenga”, es una persona que alcanzó el éxito.

9.- En una cultura que mistifica la victoria, la persona competitiva afirma: Únicamente pierde aquél que quiere ganar. Sólo gana aquel que compite. Compite con ventaja quién se supera a sí mismo. Quién se supera a sí mismo no ha sido derrotado.

Si no existiera la derrota no tendría sentido la competencia. Sin la existencia del fracaso, la vida privaría del mayor maestro que existe. Si no existiera la derrota ¿en términos de qué se mediría la grandeza? Sin la existencia del fracaso, el hombre nunca podría alcanzar la humildad

Y sin humildad el hombre perdería su futuro…

10.- No importa qué tan bueno seas, sino qué tan bien hagas las cosas. E importa menos lo bien que las hagas en tanto no sean realizadas mejor que los demás.

Twitter: @NavaCondarco

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