Decálogo de la Puntualidad, o regaño al individuo mediocre

La mediocridad es sutil, ésa es la particularidad más peligrosa que tiene. Nada es muy evidente con ella, todo parece inscrito en ciertos “márgenes de normalidad”.  Y lo “normal” tiene un parentesco estrecho con lo mediocre. La puntualidad es víctima de larga data de las costumbres perniciosas, es una conducta que la mediocridad aborda sin reposo. El individuo impuntual (igual que el mediocre) no se asume en falta, porque considera que su deficiencia no es sustancial.

Los seres impuntuales padecen el “síndrome del iceberg” con su defecto: se manifiesta en superficie solo una fracción del fenómeno, una tan exigua que no les merece atención. Al menos hasta el momento que verifican que “ése pequeño detalle” les privó de conquistas mayores en su vida personal y profesional.

El Decálogo:

1.- La puntualidad no es una virtud, y la impuntualidad es un defecto.

2.- La impuntualidad es muestra de mediocridad. La persona impuntual es mediocre a pesar que tenga otras virtudes. El relativismo en esto no funciona.

3.- La persona impuntual no es eficiente, por mucho que algo de eso demuestre en otras facetas de su desempeño.

4.- La persona impuntual no es productiva. La puntualidad está vinculada a la administración de energía, fundamento de la gestión del tiempo y la productividad,  y el impuntual malgasta energía para componer su desorden.

5.- La impuntualidad de una persona afecta el rendimiento de otras que se ven obligadas a interactuar con ella, y altera de esta forma el producto de la sinergia colectiva.

6.- Así como la fiebre es un síntoma de algo que aqueja al organismo, así la impuntualidad es síntoma de que muchas cosas carecen de orden en la vida de la persona.

7.- Si un “iceberg” dijera que constituye un problema “superficial” no se ajusta a la verdad. Igual sucede con la persona impuntual cuando considera que el mal puede resolverse desde el efecto y no desde las causas.

8.- No ha resuelto el problema quién realiza esfuerzos para no ser impuntual. Lo ha resuelto quién  reconoce que la puntualidad debe ser un acto natural de su comportamiento.

9.- La puntualidad no es una virtud, es solo una condición elemental para el relacionamiento social. Por lo tanto, cuando el impuntual cambia su condición, sólo ha llegado a la línea de partida de una carrera que demanda otras cosas más.

10.- Mucho cuidado: ¡la impuntualidad es contagiosa!

Un par de consideraciones para aquellas personas que por “algún motivo” deben tolerar la impuntualidad de otros:

a) Están tratando con la persona equivocada.

b) Están cometiendo un error que deben corregir con premura. Triste es el caso de quién se siente obligado a tolerar, por cualquier motivo, la falta de puntualidad ajena. O bien adolece de un grado injustificable de dependencia, carece de autoestima o entiende que es un problema menor. De todo ello, esto último es lo peor.

Twitter: @NavaCondarco

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